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Martina.

A la mañana siguiente me levanté temprano y tomé un café rápido mientras me cambiaba. Estábamos en julio y el clima andaba re bipolar, el día anterior estaba soleado y hermoso para la pile y hoy me estaba helando los huesos. Me puse un chupín negro con unos rotos en la rodilla ya que pese al frío siempre tenía que estar canchera, unas zapas botitas marca Puma en color blanco con unos detalles de animal print, junto a una musculosa básica, un buzo de lana sintética en beige con el cuello caído y una campera Uniqlo que me llegaba hasta medio muslo. También me puse unos anteojos de sol y un piluso marrón, maldigo el día en que Teo me contagió su amor por ellos.

Manejé hasta un Starbucks que había cerca de la casa de Gonza ya que quería caerle de sorpresa con un desayuno, y qué mejor que hacerlo con su café favorito y el pan de banana que tanto le gustaba. En el local unas cuantas personas me reconocieron y me pidieron fotos, yo con gusto accedí ya que me encantaba encontrarme con fans y sentir que les devolvía aunque sea un poquito de la felicidad que ellos me daban a mí. Hice mi orden, pagué y me quedé parada junto al mostrador esperando. Pocos minutos después siento un pinchazo en más costillas que me hace dar un salto por el susto y pegar un gritito, llamando la atención de algunas personas. Con los cachetes rojos de la vergüenza me giro hacia la persona que me asustó y me encuentro a mi querido amigo Patricio cagandose de risa de mí. No pude evitar sonreír divertida pero le di un golpecito en el hombro para retarlo.

— Si serás tonto, eh — Patri me sonrió y me envolvió en un abrazo que no tardé nada en corresponder. —. ¿Qué haces acá? — pregunté en medio del abrazo pero rápido me di cuenta de la pregunta estúpida que había hecho. — Sí, tomando un café un té o algo, ya sé, pregunta tonta, pero sabés a lo que voy.

Patri se ríe y se separa de mí. Noto que su mirada está algo confundida. — Vine junto a tu Romeo, Nathy y otra chica que si mal no recuerdo se llama Renata, ¿acaso no estás acá para lo mismo?

Paso un poco de saliva sin poder evitar sentirme triste. Niego. — Nop, de hecho Gonzalo no me habla desde ayer en la mañana y hoy me levanté temprano para venir, comprarle su desayuno favorito y poder llevárselo de sorpresa.

— Oh — es todo lo que responde Patricio. Sé que estaba un poco incómodo y apenado, pero le di la sonrisa más sincera que pude para que sepa que con él estaba todo más que bien.

— Martina — me llamó el trabajador. Me giré hacia él para recibir mi pedido con una sonrisa y le dejé un poco de propina. Agradecí y volví a mirar a mi amigo antes de darle un beso en el cachete.

— Bueno yo me voy, disfruten su desayuno, Patri — dije con mucho dolor en el pecho. Quería llorar porque sentía que Gonzalo me estaba ignorando pero no sabía por qué.

— Pero quédate, tía.

— Nah, ahora prefiero estar sola, gracias igual — le sonrío y él asiente sin estar muy convencido. —. Antes de que te vayas a España avisame así nos juntamos a comer, a matear o simplemente a plaguear.

Él ríe y asiente. — Dalo por hecho.

Le sonrío a modo de despedida y empiezo mi camino hacia la puerta. Cuando quedaba poco para llegar, la puerta es abierta por un chico que, si bien no puedo verle bien el rostro porque está de perfil y con una capucha grande, lo reconocería donde sea. Gonzalo dejó la puerta abierta para que dos chicas pasen. Una era Nathy Pelusso, la conozco, y la otra no tenía idea de quién era pero sí estaba segura de que esa sonrisa que le dió a Gonzalo no era una amistosa. Él pasó detrás de ellas muy sonriente hasta que hizo contacto visual conmigo y entonces su semblante calló.

— Tomá, ahorrate el comprar algo, que lo disfrutes — murmuré cuando pasé cerca suyo a la vez que le pegué la bolsa con la comida y el cartón con los cafés en el pecho.

— Pará boluda, ¿qué te pasa? — sus palabras me frenaron.

— No sé, capaz que me tiene mal el hecho de que mi novio me esté ignorando desde hace casi 24 horas, que hizo joda para festejar un estreno y ni en cuenta me tuvo o que encima me lo encuentro todo sonriente con dos pibas y cuando me ve se le cambia completamente el rostro... ¿será que me pasa eso? — pregunté sarcásticamente. Noté la mandíbula de Gonzalo tensandose.

— No seas tan niña, Martina, todo fue por laburo — murmura serio.

Me reí falsamente. — Claro, sí, la joda con todos tus amigos anoche fue por laburo, ¿no?

Gonzalo se quedó callado pero noté por su expresión que estaba enojado. Claro que jamás lo estaría más que yo en ese momento, aunque más que enojo sentía que era desilusión.

Sonreí sin ningún tipo de gracia y asentí. — Eso pensé. Chau Gonzalo.

Y entonces me giré y caminé fuera del Starbucks. Una vez fuera me puse de nuevo mis anteojos de sol y dejé que mis ojos expulsaran las lágrimas que estaban reteniendo porque no quería llorar frente a él.

Pelotudo el Biza eh

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