Capítulo 2.1

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Por lo general, no quería nada más que sexo caliente con Dae, pero en este momento quería saber por qué había reaccionado tan fuertemente a su pregunta de la noche anterior... bueno, realmente había sido a la madrugada.

—Necesitamos hablar.

—Entonces deberías haberte levantado, vestido y luego haberme despertado.

Tenía un punto, pero MinSeok no lo iba a admitir.

—¿Por qué estás tan asustado de la idea de vivir juntos?

—No lo estoy.

—Sí, lo estás. Y tarde o temprano me vas a decir porqué.

Mientras Dae estaba a punto de responder, el teléfono de MinSeok empezó a vibrar en la mesita de noche y ambos lo miraron. Cuando Dae le dijo que era SungMin, MinSeok inmediatamente perdió el deseo de seguir jugando mientras recordaba las palabras de su hermano la noche anterior...

Tu ex novio es un idiota hablador.

MinSeok se estremeció ante las palabras de SungMin, que estaba sosteniendo una bebida rosa congelada con un paraguas de color azul brillante. Estaba a punto de preguntarle qué quería decir, pero antes de que las palabras pudieran deslizarse libres, SungMin continuó:

—No podemos pasar la noche tratando con tu mierda, ¿entendido? Hay demasiadas personas importantes en esta sala para un espectáculo. Trata con esto, MinSeok. Quiero que te vayas y te lleves a Dae. Si estás tranquilo, entonces Dae estará calmado. Haz lo que sea que tengas que hacer. O no voy a ser responsable de mis actos.

MinSeok miró a ChangMin, el cual los estaba mirando a ambos, junto a una mujer alta y musculosa.

—¿MinSeok?

Su atención se dirigió a SungMin. Odiaba la idea de marcharse, pero sabía que tenía que hacerlo.

—Arréglalo.

MinSeok estaba convencido de que, después de su conversación con Dae durante el viaje casa y su improvisada visita, él parecía estar relativamente bien con respecto a los acontecimientos de la noche anterior. SungMin, seguro como el infierno, sería una historia completamente diferente.

De mala gana, dejó que Dae se quitara de encima, y cuando se alejó,

MinSeok se aseguró de decir:

—No hemos terminado de hablar.

Dae apartó las mantas sin responder y se levantó de la cama. Luego entró en su baño y cerró la puerta. De acuerdo, así que este era un tema que necesitaba tratarlo con más cautela.

¿Cómo demonios iba a saberlo?

MinSeok cogió el teléfono, se lo llevó a la oreja y gritó:

—¿Qué?

El silencio que encontró en el otro extremo era exactamente lo que había esperado. Había sabido que esto se veía venir.

Entonces SungMin habló:

—Levántate y trae tu culo a mi casa. Ahora.

Cerrando los ojos, MinSeok contó hasta diez, tratando de frenar el instinto de decirle a SungMin que se fuera a la mierda.

—Buenos días a ti también, SungMin.

Apenas había terminado de hablar cuando SungMin replicó:

—No estoy de humor, MinSeok. Ven aquí, y de paso sé útil... compra unos donuts en el camino. Irene tiene hambre.

—Irene odia los donuts comprados en la tienda.

—No esta mañana, hoy no los odia.

Estaba a punto de preguntar si había algún sabor en particular, pero SungMin ya había colgado. Sí, esto se va a poner feo.

De alguna manera, SungMin se había enterado de su pequeño, bueno, no... tan pequeño... secreto, y MinSeok sabía que no había manera alguna de evitar hablarle al respecto.

A menos que salir del país fuera una opción.

Dae escuchó a MinSeok a través de la puerta cerrada, como hablaba con su hermano. No envidiaba la posición de MinSeok en este momento. Sabía cómo se sentía el haber estado manteniendo oculto algo a aquellos a que amas, y cuando se enteraban... bueno, mejor estar listo para las consecuencias, ya sean buenas o malas.

En el caso particular de MinSeok, Dae no estaba seguro de cómo reaccionaría SungMin. Pero a juzgar por la fría recepción a la que habían sido sometidos durante la mayor parte de la noche anterior, supuso que no iba a ser una conversación fácil.

Caminó hasta el lavabo y encendió el agua caliente, dejando que se llenara para su afeitado matutino mientras contemplaba su reflejo en el espejo. Allí, mirándose, era alguien que finalmente estaba empezando de nuevo. Pero también era alguien que tenía un largo camino por recorrer.

Durante mucho tiempo, había vivido su vida para los demás. Siempre haciendo lo que se esperaba de él. De un matrimonio que había sido un impulso de juventud, lleno de lujuria, a permanecer silencioso ante esa horrible relación porque había pensado que era lo correcto para los involucrados, algo que nunca volvería a hacer. Estaba decidido a no cometer los mismos errores, especialmente con MinSeok.

El hecho era que Kim MinSeok era una figura influyente en la ciudad de Chicago. Era uno de los socios de un prestigioso bufete de abogados, era rico, respetado e inteligente como el infierno, y cuando Dae pensó en las cosas que tenía para ofrecer a cambio, fue lo suficientemente realista para darse cuenta de que solo tenía un montón de mierda. Por eso, cuando MinSeok había sugerido que se mudara a su apartamento con él... Sí, jodidamente me asusté, y mucho.

Después de cerrar el agua y pasar la navaja por su mejilla, llamaron a la puerta y MinSeok la abrió. Sus ojos se encontraron con los de MinSeok en el espejo, y se enderezó, sorprendido de verlo completamente vestido con su ropa de la noche anterior.

—No, no te detengas —dijo MinSeok, dirigiendo los ojos a Dae de una manera que sugería que le gustaba lo que veía—. Solo vine a decirte que tengo que salir. SungMin está en pie de guerra, y si no estoy allí pronto, podría enviar a alguien para atraparme y llevarme ante él.

Dae se volvió hacia él y apoyó su culo contra el lavabo, con la navaja todavía en la mano.

—De acuerdo —dijo, y luego preguntó—: ¿Quieres que vaya contigo? MinSeok sacudió la cabeza mientras se acercaba.

—No, está bien. Este es mi lecho de mentiras, y tengo que arrastrarme fuera de él. Tendría que haberlo hecho hace mucho tiempo.

MinSeok se detuvo cuando estaba directamente frente a él. Luego alzo un dedo para rozar la piel que acababa de afeitar.

—Agradable y suave —comentó MinSeok y bajó los ojos sobre el pecho desnudo de Dae—. Al igual que el resto de tu cuerpo. —Rozó con un beso los labios de Dae—. Mantén esa navaja en tu cara, ¿entendido? Si estos rizos van a cualquier otra parte, no puedo prometer que mi reacción sea amable.

Cuando MinSeok levantó la cabeza, Dae sonrió ante la crema de afeitar que ahora se aferraba a su barbilla. Lo limpió con el pulgar y se burló de él.

—Eres tan mandón.

Los labios de MinSeok se curvaron, y mientras se dirigía hacia la puerta, le habló por encima del hombro.

—¿Y?

Y, Dae pensó mientras se volvía hacia el espejo con una enorme sonrisa de mierda, me encanta.

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