Los segundos dieron paso a los minutos, los minutos se convirtieron en horas, y en algún momento alrededor de las tres de la mañana, MinSeok se encontró en la misma silla en la que había caído antes. No había dicho una palabra desde su conversación con la recepcionista.
SungMin había tomado el asiento a su izquierda, y sentado junto a él estaba Irene, que tenía la cabeza apoyada en el hombro de su marido. Los dos tenían los ojos cerrados. MinSeok envidiaba la paz que debían sentir en ese momento porque habría hecho cualquier cosa para poder escapar de la necesidad de saber lo que estaba sucediendo detrás de las blancas puertas dobles, a solo unos pasos de él.
La gente había ido y venido de la sala de espera. Fueron vistos, sanados y mandados a casa con unas pocas píldoras... vivirían para ver otro día. En cuanto a él, estaba esperando en una habitación con sus ojos fijos en una puerta con la esperanza de ver a la única persona que pensó que nunca querría volvería a ver.
Seulgi. Era la única que podía conseguirle acceso, y había repasado todo tipo de conversaciones imaginables así que estaba preparado para cuando... o si... decidiera salir.
MinSeok apretó los ojos y se pasó una mano por la cara. Se frotó sus arenosos ojos y luego miró el reloj en la pared. Horas. Habían pasado literalmente horas, y no sabía nada más de lo que le habían dicho al principio.
Y en realidad, ¿cuáles son las probabilidades de que venga aquí y me diga algo más?
Si era honesto, ella era la última persona con la que él querría enfrentarse si la situación fuera al revés, y mientras esa dura verdad se asentaba en la boca de su estómago, sintió que la bilis se elevaba en su garganta.
—¿MinSeok?
Sin deseo de apartar los ojos de las puertas cerradas que conducían a los pasillos interiores del hospital, no se molestó en girar la cabeza. Permaneció callado y concentrado.
Ahí fue cuando una mujer con una bata de laboratorio blanca y un vestido negro se puso delante, bloqueando su vista de la puerta. Levantó la cabeza, listo para decirle que se apartara del camino, pero cuando su visión se aclaró, la doctora resultó ser alguien que conocía. Estaba casi sorprendido por el dolor al ver quién estaba parado frente a él.
—¿MinSeok? —dijo ella otra vez, inclinándose para tocarle el hombro. —¿Jennie?
Ella le sonrió con una sonrisa triste mientras intentaba averiguar lo que estaba pasando.
—Hola.
Parpadeó un par de veces, y cuando no podía pensar en nada que decir, ella le ofreció una mano.
—¿Quieres venir a dar un paseo conmigo?
La rubia atrevida que conoció hacía unas semanas, en la noche de juegos, no se encontraba por ningún lado. En su lugar había una médica muy profesional. Pero MinSeok no se movía. Sacudió la cabeza y se apartó de ella.
—No. Estoy esperando.
Ella volvió a ponerse delante y se agachó para que estuvieran al mismo nivel, y mientras le hacía un ligero gesto de asentimiento, le dijo:
—Lo sé. —Le colocó una mano en la rodilla y apretó suavemente—. No sé si SungMin te lo dijo, pero soy neumóloga aquí en el hospital. —Cuando estaba claro que él no iba a decir nada, ella le dijo—: Ven a dar un paseo.
—Y se enderezó.
Cuando la miró, la expresión en sus ojos finalmente lo hizo ponerse de pie en silencio. SungMin y Irene seguían descansando y no quería despertarlos.
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Confiar
FanfictionConfiar / Trust Creer en la fiabilidad, verdad o fuerza de otro. Es el tercer libro de una serie de 6 originalmente escritos en inglés; te recomendamos que leas primero Probar y luego Tomar para que puedas comprender como estos dos hombres han lle...