Capítulo 16.2

36 3 0
                                    

MinSeok no podía recordar cómo había terminado en el coche de SungMin, pero cuando sus ojos se abrieron y se dio cuenta de donde estaba, se sentó como si alguien lo hubiera sacudido brutalmente.

¿Cómo...?

—¿Qué mierda, SungMin? —preguntó mientras miraba a su hermano.

SungMin apartó los ojos del camino y le miró con un ceño fruncido de preocupación en la cara.

—Necesitas una ducha, hermano. Una ducha, algo de comida y quizá, oh, no sé, diez minutos de... descanso ininterrumpido.

—Jódete. Llévame de vuelta.

—No —le dijo SungMin, y MinSeok tenía la urgencia de darle un puñetazo en la mandíbula.

—Llévame. De. Vuelta.

—No.

Esa respuesta lo estaba cabreando de verdad, y cuando MinSeok se desabrochó el cinturón de seguridad, SungMin cruzó la mano y le calmó.

—Piensa en lo que estás haciendo. ¿Realmente crees que serás bueno para Dae si no puedes funcionar? ¿Si tú mismo estás enfermo?

MinSeok quería decirle que se fuera al infierno, pero el jodido astuto tenía razón. SungMin liberó su agarre y llevo su mano de vuelta al volante mientras conducía a través de las tranquilas calles.

—No voy a fingir que entiendo por lo que estás pasando, pero te diré esto: si Irene estuviera allí dentro y tú me hicieras esta mierda... yo querría matarte. Pero piensa por un minuto y te darás cuenta de que intentamos ayudarte.

Optando por callarse sus furiosas palabras, MinSeok miró por la ventana frontal y se quedó en silencio. SungMin tenía razón. Quería matarlo. Estaba furioso porque lo había alejado de Dae.

¿Y si pasa algo y no estoy allí?

—Jennie prometió que, si algo cambiaba... ¿Oye? —SungMin paró de hablar y le chasqueó los dedos.

MinSeok giró la cabeza para mirarlo.

Luego continuó:

—Si algo cambia, llamará.

MinSeok no se molestó en responder. Volvió a mirar por la ventana mientras SungMin continuaba hablando.

—Irene se fue a casa con Lisa para que pudiera cuidarla y te quedas conmigo.

—Qué maravilloso —murmuró MinSeok.

—¿Qué dijiste?

—Dije, que jodidamente maravilloso.

—MinSeok... —suspiró SungMin.

—¿Qué?

—Eras como un maldito zombi cuando saliste de su habitación.

Apenas fuiste coherente. Necesitas recuperarte.

Rodando los ojos, MinSeok agitó la cabeza y escupió:

—¿Cómo sabes lo que necesito? Necesito estar allí. Con él.

SungMin llegó al estacionamiento del condominio de MinSeok, y mientras tecleaba el código y entró en el área de visitantes, permaneció en silencio.

No fue hasta que aparcó el coche y sacó las llaves, que SungMin realmente le contestó.

—Escúchame un segundo. Sé que quieres estar allí. Pero no hay forma de que me siente ahí y deje que tu salud se vaya a la mierda. Tengo tres personas de las que estoy preocupado actualmente, y si puedo sacarte de la lista de va a desmoronarse, eso sería estupendo, malditamente increíble. ¿Lo entiendes?

ConfiarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora