Confiar

Capítulo 10.1

—Buenas tardes —dijo Dae y cerró la puerta, tirando su casco en el sofá.

MinSeok no dijo nada, solo rodó su silla bajo el escritorio para poder apoyar sus brazos encima.

Dae se sacó su chaqueta y luego la tiró encima de su casco.

—¿No te importa si cierro la puerta con llave? —Cuando los ojos de Dae lo encontraron, le fijo la mirada y agregó—: No quiero una repetición de la última vez que estuve aquí.

Molesto por el recordatorio de ese día de mierda y todavía soportando su irritabilidad contestó:

—Si quieres cerrar la puerta, entonces ciérrala.

—¿Sabes qué? —dijo Dae, haciendo precisamente eso—. Creo que he cambiado de opinión sobre esta irritante actitud tuya.

MinSeok ladeó su cabeza y se empujó hacia atrás con su silla mientras Dae caminaba por la oficina y rodeaba su escritorio.

—No he estado irritado —se atrevió a decir, sabiendo muy bien que su actitud esa semana había dejado mucho que desear.

Así que demándame. Eso fue lo que pasó cuando su madre abandonó el estado y lo estafó con una cuenta de miles.

—De todos modos, pensé que habías dicho que te hacía sentir caliente. —Giró en su silla hasta que miraba a Dae desde detrás de sus gafas. Luego respiró profundamente mientras Dae se inclinaba y ponía las manos sobre los brazos de su silla.

Dae se inclinó entonces hasta que sus rostros estaban a un suspiro.

—Tienes razón. Esta semana, no has estado molesto. Has estado ausente. Y sí, por lo general, esta actitud irritada me pone así, pero cuando también actúas como un imbécil, me da ganas de patearte el trasero.

—¿Eso es lo que viniste a decir? ¿Qué estoy actuando como un idiota? Noticias: Eres la décima persona que me lo dice, y eso es solo hoy.

Antes de que pudiera empujar su silla hacia atrás, Dae agarró su corbata y tiró de ella hacia delante.

—No me importa una mierda la otra gente —ladró Dae—. Puedes actuar como el mayor idiota del planeta con ellos. Pero será mejor que tengas una buena excusa para actuar así conmigo, porque que estás a punto de jodidamente parar ahora mismo.

MinSeok envolvió su mano alrededor de la que agarraba su corbata y miró al hombre que echaba humo.

—No tenía ganas de hablar hoy, ¿de acuerdo?

—No. Vale —gruñó Dae—. Tú eres el que estipuló que ningún silencio.

—Hemos estado juntos toda la semana.

—Hemos estado juntos, ¿pero tú? Tu cabeza ha estado en otro sitio, joder.

—Dae... —advirtió.

—MinSeok —dijo Dae de vuelta.

—Es solo... el lunes por la noche —empezó a bajar los ojos hasta que Dae tiró de su corbata—. ¿Podrías dejar de hacer eso?

Las cejas de Dae se le levantaron y una mirada rebelde apareció en los ojos mientras volvía a tirar, llevándolo hacia adelante en la silla hasta que tuvo que poner las manos sobre el apoyabrazos para estabilizarse.

—Oh, lo siento. ¿Querías decir que deje de hacer esto?

MinSeok apretó los dientes y chirrió:

—Sí.

—O si no... ¿Qué?

—Realmente estás presionándome, Dae.