Capítulo 12 - El Gran Día

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El cielo tras el único ventanuco de la cabaña comenzaba a clarear. La luz se filtraba, iluminando la estancia que hacía rato se había sumido en la oscuridad, cuando la vida del candelabro llegó a su fin y la llama se extinguió. Y, aún entonces, las manos de él la acosaban. 

Bjorn deslizaba sus dedos sobre la tersa y húmeda piel de la joven, concentrado en la tarea pero absorto en sus propios pensamientos. Nid lo había visto. Desde el momento en el que un primer rayo de luz entró en la habitación su compañero  salió de aquella burbuja en la que llevaban toda la noche recluidos. 

Había esperado que él se levantara, listo para vestirse y volver a su verdadera cabaña, la primera vez que sus cuerpos habían reposado jadeantes y satisfechos sobre las mantas. Pero él había permanecido allí, con ella, adorándola durante toda la noche, hablando banalmente explorándose una y otra vez. Y lo había vuelto a esperar cuando el sol les permitió verse de nuevo. 

Bjorn seguía a su lado, acariciando sus clavículas y el contorno de sus senos. Y fuera ya comenzaba a escucharse algo de jaleo. Los más madrugadores se habían puesto en marcha rápido. 

-Es hoy, el Gran Día- susurró con voz ronca, una que ella había escuchado gruñir su nombre incontables veces. 

Nid giró sobre su costado, dejándole la curva de sus caderas libre y enfrentándole. 

Parecía calmado. No habían arrugas en su frente y sus labios permanecían rojos y relajados. Pero tras el azul de sus ojos pudo ver una oscuridad familiar. Aquella que se había vuelto una con su hermano. El peso de una gran responsabilidad y el dolor de la pérdida. 

En cuanto salieran por aquella puerta Bjorn no descansaría un minuto. No hasta que los barcos estuvieran cargados y las amarras se soltaran. Y, aún así, la travesía sería agotadora. Si lograban llegar a tierra vendrían las batallas. Cuántas Nid no sabía. Era emocionante, pero también era mucho. Y Bjorn estaría al mando de todo. 

Por ello Nid había permanecido junto a él toda la noche. Ella no sería la que pondría fin a su pequeño refugio. 

Fue su turno para acariciarle. Él cerró los ojos, disfrutando de la sensación que los pequeños dedos de la muchacha provocaba sobre su pecho y cuello. No pudo evitar sonreír ante la imagen del gran hombre, derretido bajo sus manos. 

Bjorn había hablado mucho aquella noche. Sobre su infancia en la granja, cuando no existían las incursiones a través del océano, los años junto a su madre cuando sus padres se habían separado y el reencuentro con Ragnar. Había mencionado incluso a Thorunn, su primera mujer, con más cariño del que Nid había esperado que Bjorn le dedicara a nadie. 

Ella sabía que la noche había significado muchas cosas, pero que ninguna de ellas la acercaba a ser la próxima pareja del vikingo. Él aún debía crecer en demasiados aspectos para poder entregarse de verdad a una mujer. Ahora, sin duda alguna, no parecía capaz de hacerlo. Y ella no buscaba aquel tipo de relación con ningún hombre. 

Pero había sido un buen acercamiento. Nid creía, con convicción, que los destinos de ambos estaban enlazados. Bjorn prometía grandes cosas como aliado y podía imaginarse siendo amigos de confianza algún día. 

Quiso decírselo. Mostrarle su apoyo, para quitar parte de aquella presión que se había puesto. Decirle, "Te espera un buen futuro, puedo verlo". Pero aquel no era el tiempo ni el lugar para confesiones de ese tipo. Apenas Remsh y Daven confiaban tan plenamente en aquel instinto. A ojos del resto del mundo ella podía ser simplemente una loca supersticiosa. 

-Me alegro de haber pasado esta noche contigo, antes de irnos- murmuró entonces, abriendo sus ojos azules directamente hacia ella. 

Nid se congeló por un instante ante la calidez de sus palabras. Luego puso una mueca burlona y se volvió a recostar sobre su espalda, huyendo de su mirada.

Níðhöggr  » Ubbe RagnarssonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora