Capítulo 24 - El Adiós pt.1

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Aquel inquietante silencio permaneció hasta la noche. El aire no solo era lúgubre, se respiraba la tirante tensión que profesaban los hijos de Ragnar en la mirada. La misma que les había llevado hasta allí.

Se organizó un funeral para Sigurd antes del anochecer. Floki, que apenas se movía por inercia, adaptó uno de los drakkars y los hombres lo llenaron de riquezas y ofrendas en su honor. La ceremonia había sido aún más inquietante. Sigurd tenía la piel muy blanca, recostado entre las pieles y almohadas que le soportaban. Sus labios comenzaban a tomar un tono liláceo antinatural. Como si hubiera sido el frío quien le arrebató la vida. Era, probablemente, uno de los funerales con mayores tesoros pero no dejaba de sentirse incorrecto.

Estaban en Wessex, muy lejos de casa. Y ni siquiera había muerto en batalla. Todo estaba mal.

Ivar estaba allí y su expresión, por primera vez, transparentaba completamente su dolor. A Nid le alivió reconocer arrepentimiento en sus ojos. Significaba que había una mínima esperanza para ellos. Significaba que había podido albergar aunque fuera el más mínimo aprecio por su hermano. Así que podría tenerlo también por el resto. Quizás, aquel era el suceso necesario que le impulsaría a acercarse a ellos.

Bjorn, Hvitserk y Ubbe permanecieron juntos durante toda la ceremonia. Ironside parecía frustrado, molesto. Aunque había clavado la mirada en el suelo no era suficiente para ocultarlo. Sus hermanos, en cambio, eran la clara imagen de la aflicción. Todo lo que un hombre lo podía ser. No hubo llantos ni sollozos pero Hvitserk permaneció agachado junto a la embarcación que llevaría a Sigurd hasta el Valhalla, con los ojos perdidos y un repetitivo tic en el labio. Nid fue capaz de advertir la rojez en las esquinas de sus párpados cuando se cruzaron al finalizar. La pesadez sobre sus hombros era evidente y la hizo encogerse de dolor.

Ubbe se había congelado, aún más rígido que el primogénito. Quizás había aprendido a leerle mejor que al resto o quizás simplemente le estaba observando más, pero pudo percibir su pena casi como propia. Sus labios habían desaparecido tras la barba, revuelta por la cantidad de veces que la había frotado, y sus ojos permanecieron abiertos y erráticamente atentos al cuerpo inerte de Sigurd todo el rato. Había ocasiones en las que se observaba las manos, como si fueran las responsables de aquello. Había ocasiones en las que lanzaba una mirada perdida hacia Ivar. Miradas tensas que le daban escalofríos.

Nid aún tenía su imagen, casi desamparada bajo la máscara de estoicidad, grabada en la mente cuando las luces se apagaron y la cortina de su carpa se cerró tras ella. Sabía que debía preocuparse por las alianzas, lo que aquello podía significar para ellos y los peligros que todo sufría ahora. Pero tan solo podía pensar en la pena que envolvía a Ubbe y la forma en la que se le encogía el corazón. Era un hombre familiar, la verdadera figura protectora entre sus hermanos aunque aún estuviera aprendiendo cómo desempeñarlo.

La había buscado tras la ceremonia. Tan solo había sido un gesto en sus ojos que le había guiado hasta ella entre la multitud, pero había sido demasiado lista como para dejarlo pasar. O quizás estaba demasiado preocupada para ello. Así que, mientras el resto de hombres y mujeres volvían al campamento, ella permaneció. A lo lejos, entre las ondas del agua, una pequeña figura ardía en rojo. Tan solo cuando estuvieron solos y el sonido de las pisadas fue inaudible, se acercó a él. Se había terminado sentado sobre una de las piedras en la orilla, con los ojos fijos en la embarcación y los hombros desinflados, libre de cualquier máscara social.

No estaba muy segura de cómo podía aliviar su pena. Qué podía hacer ella. Por primera vez, procedió dubitativa. Quería tocarle, llevarse parte de su dolor. Pero su mano quedó suspendida en el aire, a pocos centímetros de su espalda, en el último momento. En su lugar tomó asiento a su lado.

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⏰ Última actualización: Oct 23, 2022 ⏰

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