Capítulo 7 - Los hijos de Ragnar

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Nid y Remsh fueron escoltados, por orden de Bjorn, hasta la zona donde los Ulli habían comenzado a asentar el campamento. El camino fue silencioso a través de las calles hasta el embarcadero y, a partir de allí, hacia el bosque.

Con la puesta de sol cerca, Kattegat comenzaba a vaciarse. Las familias volvían a sus hogares y los clanes invitados se retiraban a sus campamentos, reduciendo el apabullante movimiento que había atestado las calles cuando el sol aún se encontraba sobre sus cabezas. Aun así, Nid se deleito con la imagen de la vida en aquella ciudad. Habían tantas cosas diferentes en aquel amplio lugar...

Üll era su hogar y lo apreciaba con todo su corazón. Vivir allí era fácil y cómodo: las casas se encontraban repartidas por un mar de colinas, cubiertas por un manto verde, algo más apiñadas alrededor del Gran Salón. Para ir hacia las casas de los dos herreros debía atravesar un campo de césped y cuando necesitaba vestidos o túnicas tenía que cruzar el río, donde las esclavas lavaban la ropa, hasta la choza de la modista. Todo estaba desperdigado dentro de aquellas grandes murallas, aunque los caminos fueran amenos y agradables. Tan solo se creaban concentraciones de gente en la plaza principal donde se celebraban las hogueras. Ocurría también cuando llegaban comerciantes para vender sus raros y curiosos productos.

Sin embargo en Kattegat todo eran caminos con comercios tras comercios. La anciana mujer que vendía telas en tamaños descomunales estaba, pared con pared con la forja y los pescadores y cazadores ocupaban casi una calle entera. Allí hasta las presas, colgadas macabramente del techo de aquellos puestos, parecían más grandes que en Üll. Los vendedores de armas, de joyas, de ropa; todos tenían grandes cantidades de mercancía. Más de la que hubieran vendido en un año entero en Üll.

A Nid le hubiera gustado parar en alguno de aquellos puestos con curiosos colgantes y objetos cuya funcionalidad desconocía. Las alfombras expuestas sobre una gran hilera de mesas quedarían perfectamente en su habitación de Üll y harían más acogedora su tienda en el campamento. Pero Remsh caminaba bien erguido, con la mirada fija en el camino y aura pensativa. Sabía que no era momento para aquello, que debían llegar al campamento cuanto antes y prepararse para la cena y, aunque fuera tan solo durante el resto del día, comportarse con la misma seriedad con la que lo hacía él.

Aún así, se prometió volver a aquellas calles, si no al día siguiente al próximo.

Su hermano no la miró en todo el camino, absorto en sus pensamientos. Pero Nid ya había observado lo suficiente su entorno y analizado cada gesto de sus huéspedes. Lo había sopesado e interpretado todo de la mejor forma. Tan solo le quedaba discutir opiniones con Remsh. Y Remsh no le dirigiría la palabra hasta estar solos.

En el muelle ya no quedaban ninguno de sus hombres; los barcos habían sido descargados y ahora formaban parte de aquel vasto campo de drakkars. Nid fue consciente entonces del tiempo que llevaban en el Gran Salón discutiendo sobre la incursión a Inglaterra y Ragnar y el estómago se le encogió vacío. Le pediría a alguna doncella que le preparara algo de comer para aguantar hasta la cena en lo que se preparaba.

Continuaron caminando hacia el bosque, a través de un camino que parecía haber sido hecho recientemente puesto que estaba cercado por matojos arrancados a medio secar. El sendero se adentró en el bosque y giró de nuevo hacia el interior, dejando la costa hacia atrás y bordeando la ciudad. Tras unos metros de árboles la zona había sido despejada y poblada por multitud de carpas coloridas. Las hogueras ahuyentaban la oscuridad que los árboles ofrecían y las fuertes voces de los guerreros que se repartían por aquí y por allí acallaba el trinar de los pájaros. Los desniveles en la tierra eran utilizados de bancos al igual que los troncos caídos. Nid pudo ver incluso, entre el gentío de casetas y hogueras varios jóvenes trepando por robustos árboles.

Níðhöggr  » Ubbe RagnarssonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora