CAPITULO 6: GUARDAR LAS APARIENCIAS

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Dos días antes: la función de gala

Blanca había esperado que las últimas modistas fueron salidas para comer para salir también de su habitación con los zapatos en las manos y dirigirse rápidamente hacia la salida. Esteban le había dicho que era bellísima, pero ella nunca había respondido por lo nerviosa que estaba. Nunca había ido a un acontecimiento tan importante, excluso los desfiles de las Galerías pero eso, siempre concernía a su trabajo. La verdad era que no sabía como comportarse en esos acontecimientos mundanos y ahora que estaba allí, con toda esta gente alrededor, todavía no lo había entendido.

Miraba a Esteban que, tomándola por la mano, la paseaba entre la muchedumbre antes de pararse y de presentarla a personas que de seguro él conocía. Blanca estaba tan confusa por esto nuevo ambiente que ni siquiera se recordaba de unos de los nombres de aquella gente. Sólo se contentaba a sonreír con amabilidad y a decir un rápido “encantada de conocerle” y ya Esteban la llevaba a encontrar otra gente.

“¡Juan!” se exclamó Esteban.

“¡Esteban!”

Los dos hombres se estrecharon las manos y Esteban dijo:

“Doña Lucía, siempre tan elegante”. 

“Esteban, siempre tan amable.”

Una vez terminado el besamanos, Esteban tomó la mano de Blanca y dijo:

“Quiero presentaros mi novia, Doña Blanca Soto.”

Blanca frunció el ceño: nunca se había acostumbrado a este tipo de presentación y sobre todo a la utilización de la palabra “novia” cuando se frecuentaban desde hace sólo dos meses.

“Encantada…”

Juan le besó la mano mientras Doña Lucía le esbozó una sonrisa de circunstancia. Los dos hombres empezaron a hablar y Blanca fingió de escuchar la conversación pero podía sentir la mirada de la otra mujer, y eso la hizo sentir incómoda. Doña Lucía la miraba de arriba a abajo, seguramente evaluando la ropa que Blanca tenía y tratando de encontrar el mínimo detalle que le habría confirmado su hipótesis que Blanca no era de su clase social.     

“¿Y usted Doña Blanca? ¿Ya fue a ver esta obra en el teatro Fontalba?”

“Pues, desgraciadamente, con mi trabajo, no tengo mucho tiempo…”

“¿Usted trabaja?” le preguntó Juan.

“Sí, en las Galerías Velvet. Soy la jefa del taller…”

“¿La jefa del taller…?” repitió Doña Lucía que se había interesado de repente a la conversación.

“Blanca es siempre tan modesta” intervino Esteban. “Es la directora de la sección textil de las Galerías Velvet.”

“Pues, Doña Blanca, estoy muy impresionado” contestó Juan. “Ocupa un cargo de muchas responsabilidades. ¿Quién había dicho que las mujeres no podían ocupar un cargo tan importante?”

Blanca sonrió con amabilidad y luego, con Esteban se despidieron de Juan y Doña Lucía. Estaba muy contrariada por el comportamiento de Esteban, por como había escondido su verdadera profesión. Blanca nunca se avergonzaba de su trabajo. Al contrario, estaba muy orgullosa y se sentía privilegiada de tener un trabajo que quería. Esteban se había seguramente dado cuenta de que Blanca estaba tensa y le murmuró:

“Lo siento por haber mentido, pero es mejor así.”

“Claro” respondió secamente Blanca. “Ahora si me disculpes, tengo que ir a refrescarme”.

“Vale. Te espero aquí.”

Presente

Doña Blanca estaba explicando a Consuelo como arreglar el dobladillo del vestido cuando sonó el teléfono. Blanca levantó la cabeza y vio que Luisa había ya contestado. Siguió dando las explicaciones a Consuelo y cuando Luisa volvió, le dijo:

“Doña Blanca, nos necesitan para arreglar un vestido.”

“¿Quién son los clientes?”

“Es una nueva cliente, Doña Blanca”.

“Vale. Venga conmigo, Luisa.”

Luisa asintió y siguió Doña Blanca hacia el probador donde las esperaba la nueva cliente. Blanca estaba en el punto de entrar cuando se paró. Había reconocido a la mujer aunque le diera las espaldas. Suspiró y murmuró:

“¡Sólo eso me faltaba!”    

“¿Todo bien, Doña Blanca?” le preguntó Luisa.

“Sí, claro”.

Blanca alisó las pliegues de su falda, arregló su pelo y entró.

“Buenos días.”

La mujer se giró y se exclamó:

“¡Doña Blanca, qué sorpresa! Nunca habría pensado que habría venido usted. ”

“Para los nuevos clientes, siempre vengo yo, Doña Lucía.”

“¡Qué seriedad!”

“¿Cómo podemos ayudarla?” preguntó Blanca, forzándose a permanecer amable.

“Querría acortar este vestido…”

“Entonces, la dejo con Luisa. Se ocupará de usted maravillosamente.”

“No dudo de eso, pero me preguntaba si fuera posible que se ocupara usted de tomar las medidas, Doña Blanca. Lo sé que no es un trabajo para una directora, pero…”

“No hay problemas. Eso forma parte de mis competencias.” contestó Blanca sin atreverse a mirar a su modista. “Luisa, por favor, anote las medidas.”

Las dos mujeres se pusieron a trabajar y cuando terminaron, Blanca dijo:

“El vestido será listo para mañana, Doña Lucía.”

“Muchas gracias.”

Se despidieron de Doña Lucía y se fueron. Estaban en punto de llegar al taller cuando Blanca dijo:

“Luisa”

La modista se giró y Blanca añadió:

“Por lo que pasó antes…”

“No pasó nada, Doña Blanca.”

Luisa sonrió tímidamente y Blanca asintió. La modista volvió a su trabajo mientras Blanca, antes de volver al taller, fue en su habitación a arreglar su pelo, especialmente un mechón que le caía antes los ojos y eso la molestaba mucho cuando trabajaba. Abrió la puerta de su cuarto y cuando estaba en punto de entrar, vio una sobre en el suelo. Blanca frunció el ceño y se arrodilló para recogerla. Leyó su nombre en la sobre y reconoció enseguida la caligrafía de Esteban. Cerró la puerta y arrugó la sobre antes de tirarla a la basura.

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