CAPITULO 11: UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD?

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Isabel miraba a Don Emilio sin entender de lo que estaba hablando. Frunció el ceño y dijo:

“Pues Emilio, no entiendo nada… ¿Lucifer? ¿De qué estás hablando?”

“Es el apodo de Doña Blanca. Así la llaman las modistas. Bueno, con ti no ha sido muy amable al principio pero eso no tenía nada que ver con la verdadera Lucifer…la que dirigía el taller antes de que…”

Don Emilio se interrumpió, frunciendo el ceño. Isabel inclinó la cabeza, curiosa, y preguntó:

“¿Antes de qué?”

Emilio la miró por algunos segundos antes de contestar, murmurando:

“Antes de que llegara Maximiliano…”

“Entonces, este chico no ha sido sólo un problema para las Galerías…” se atrevió a contestar ella.

“¡Isabel!” se exclamó Don Emilio. “¡No empieces tú también! Sabes cómo funciona en estas Galerías. Doña Blanca tiene que aplicar las reglas y no puede infringirles. Tiene que…”

“Dar el ejemplo, lo sé, Emilio. Lo sé…”

Don Emilio quería añadir algo pero vio que Doña Blanca se acercaba de ellos y se calló. La jefa del taller andaba con paso seguro, la espalda recta y la mirada severa. Isabel no se acordaba nunca de haber visto esta Blanca, incluso cuando se habían encontradas por la primera vez y ella la consideraba una enemiga.

“Don Emilio. Isabel, me alegro de verla en pie.” les saludó Blanca.

“Me alegro también. ¿Y tu Blanca? ¿Qué tal?” le preguntó con una sonrisa Isabel.

“Muy bien. Ahora si me disculpáis, tengo que ir en el taller…” contestó ella, casi automáticamente.  

Estaba en punto de alejarse cuando Isabel la llamó:

“¿Blanca?”

“¿Sí?”

“Bueno…me encuentro mejor y estoy cansada de quedarme en mi cama y…”

“Puede venir en el taller.” la cortó Blanca. “Pero sólo si usted me promete que no hace nada. Solo supervisión. Si la veo tomar aún una aguja, la mandó enseguida en su habitación.”

Isabel asintió, casi impresionada por la jefa del taller. No parecía bromear y Isabel murmuró con una tímida sonrisa:

“Vale. Gracias Blanca.”

La jefa del taller asintió y se alejó sin decir una palabra. Don Emilio y Isabel se quedaron en silencio. Después de algunos segundos, Isabel miró a Emilio y preguntó:

“Pero Emilio, ¿qué le pasa a esta mujer?”

“Bueno, Isabel, te presento a Lucifer…”

Isabel estaba sentada en un taburete y observaba a las modistas que trabajaban y a Doña Blanca que andaba por el taller, comprobando que las chicas no cometieran errores. A parte el sonido de las máquinas de cocer, no se oía el vuelo de una mosca porque tan pronto como una de las modistas hablara, Blanca la hacía callar enseguida. A Isabel el taller le parecía más a un campo militar y Blanca era el general. Le habría gustado intervenir, pero sabía que si hubiera dicho algo, Blanca la habría mandado en su habitación. Blanca se fue del taller y Isabel oyó a Rita que decía a Luisa:

“¿Sientes todavía compasión para Lucifer?”

Luisa no contestó y siguió trabajando. En el taller, las chicas habían empezado a hablar pero se interrumpieron cuando Blanca volvió y dijo:

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