CAPITULO 8: LUCHAR O RENUNCIAR?

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“Déjame Esteban, así me haces daño.”

“No te reconozco.”

“Yo tampoco. Voy a repetirlo otra vez: déjame, Esteban:”

Esteban soltó la presa y Blanca suspiró, ajustando las telas que estaban en punto de caer, antes de decir:

“No tengo nada más que decirte.”

“Podemos intentar de nuevo. Blanca, tenemos un pasado que no puedes negar…y los momentos que hemos pasado juntos recientemente han sido bellísimos…”

“A veces, es mejor no dar vueltas al pasado…” contestó Blanca, repitiendo sin darse cuenta el consejo que le había dado Max.

“No me parecía que pensabas eso cuando me buscaste y me pediste que nos encontráramos en El Pausa.”

“Pues, me he dado cuenta de eso ahora.” 

“Blanca, no sé lo que te está pasando. Después de la función de gala, pareces otra.”

“¿Y te preguntaste por qué?” contestó ella, enojada. “¿Te di vergüenza aquella noche?”

“¿Qué estás diciendo, Blanca? ¡Es absurdo!”

“¿Absurdo? Me desplazabas como si fuera un objeto. A la izquierda. A la derecha. Mostrándome a tus amigos como si fuera un trofeo. Y mejor si no hablaba, ¿verdad? Cuando hablaba, tú me corregía enseguida. Porque si decía que era la jefa del taller te daba vergüenza, ¿no? ¡No era bastante bien para tus amigos y tenías que inventar esta tontería de la directora de la sección textil!” contestó Blanca alzando la voz.

“Blanca, te había dicho que…”

“Que era mejor así, claro. ¿Mejor para qué? ¿Para guardar las apariencias? Yo estoy orgullosa de mi trabajo y de quién soy. No vas a ser tú que me vas a hacer avergonzar de mi vida. ¿Quieres una mujer de tu clase social? Puedes empezar a buscarla porque no soy yo.”

“Blanca…” murmuró Esteban, tomándola por el brazo.

“¡No me toque!” se exclamó ella, rechazándolo.

De repente, la puerta de las Galerías se abrió y Don Emilio salió. Se quedó sorprendido cuando vio a aquella escena delante sus ojos y Blanca murmuró:

“Don Emilio…”

“Doña Blanca, ¿un problema?” preguntó él, mirando con ceño a Esteban.

“No, Esteban estaba en punto de irse.”

Y después de haber mirado una última vez a Esteban, Blanca se acercó de Don Emilio. Esteban suspiró y sin una palabra, se fue. Blanca ajustó las telas cuando Don Emilio le preguntó: 

“¿Se encuentra bien, Doña Blanca?”

“Sí sí… ¿Qué está haciendo usted aquí?”

“Estoy esperando al médico…” murmuró él con una mirada seria.

“¿Qué pasó?” preguntó enseguida Blanca, preocupada.

“Isabel se desmayó…”

“¿Cómo está?” murmuró Blanca.

“Pues, conoce a Isabel… Dice que está bien, pero no es la verdad. Se ve en su cara, respira difícilmente…”

Blanca no preguntó más y sin perder tiempo, abrió la puerta de las Galerías y entró. Puso las telas sobre la primera caja de madera que encontró y se dirigió rápidamente hacia la habitación de Isabel. Dio dos delicados golpes en la puerta antes de abrirla y entrar. Cuando Isabel vio a Blanca, se enderezó en la cama y le sonrió.  

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