CAPITULO 10: LA VERDAD DUELE

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“Doña Blanca, no sé de que está hablando…”

“No me tome por tonta. ¿Qué esconde en los bolsillos de su chaqueta? ¿Qué estaba buscando en el despacho de Don Alberto?” preguntó firmemente la jefa del taller.

“Doña Blanca, no pienso que sea un buen lugar para hablar de eso.”

“¿Por qué? ¿Qué está escrito en estas cartas que no me puede decir?”

Don Emilio no contestó y estaba en punto de salir del despacho cuando Blanca se puso delante de la puerta, impidiéndole de pasar.

“¿No está cansado?” preguntó ella.

“¿Cansado?” repitió Emilio, frunciendo el ceño.

“De guardar secretos… De vivir en una sarta de embustes… De mover los hilos para controlar las vidas de todos nosotros como cuando Don Rafael era vivo… Tengo mucho respecto para usted, Don Emilio… y espero que usted también, a pesar de todo lo que pasó, …”

“Siempre la he respectada mucho, Doña Blanca.” la cortó Don Emilio.

“Entonces, la agradecería que no me mintiera más…” contestó ella, murmurando.

“Nunca lo he hecho para hacerle daño, Doña Blanca. Sólo quería protegerla.”

“¿Protegerme de qué? ¿De las decepciones? ¿De las penas? ¿De vivir mi vida? Porque claro, en estas Galerías, todos han decidido en mi lugar. Todos han tomado decisiones que han cambiado el curso de mi vida. Don Rafael me separó de Esteban…”

“Pues, fue mejor así…” la cortó Emilio.

“Puede ser, pero tenía que descubrirlo por mi misma. Tenía que sufrir y tomar mis propias decisiones…y eso no me lo habéis permitido.” dijo Blanca, enojada.

“¿Habéis?”

Blanca estaba tan enfadada que no prestó atención a lo que decía. Se quedó silenciosa, no sabiendo que contestar a Don Emilio. No quería entrar en los detalles pero el hombre en frente de ella parecía esperar una respuesta. Blanca bajó la mirada y Don Emilio repitió:

“¿Habéis? ¿Está diciendo que yo también he tomado decisiones para usted?”

Blanca no contestó, sintiéndose incómoda pero Emilio insistió:     

“Doña Blanca…”

 “Por favor, Don Emilio. Sabe muy bien de qué estoy hablando…”

“No, no lo sé. Que me lo diga usted…”

Blanca suspiró y murmuró sin atreverse a mirarlo en los ojos:

“Fue usted a obligarme a arreglar la situación con Maximiliano.”

“Doña Blanca, es inútil que le repite que usted había cometido un error… Un error que ha tenido consecuencias. ¡Arriesgó de hacerse despedir de su trabajo! ¿Se acuerda de eso?” preguntó él, alzando la voz.

Blanca no contestó y bajó la mirada mientras Don Emilio añadía:

“¿Pensaba de verdad que aquella situación podía transformarse en algo más serio? Usted es la jefa del taller, él era un dependiente de las Galerías… además podía ser su hijo. ¿Imagina usted lo que iba a decir la gente? Usted tiene que dar…”

“Sí, dar el ejemplo, lo sé.” lo cortó ella firmemente. “¡Pero míranos, Don Emilio! ¿Adonde nos llevó ser tan irreprochables y rígidos? Me perdí la infancia de mi hija Carmen que ahora se fue lejos de estas Galerías. Tuve que abandonar a mi hijo que nunca conoceré porque falleció el año pasado. Rechacé la única persona que me quería realmente. Míranos, Don Emilio, ¡míranos! Somos solos. ¿Y usted? Siendo su amigo cuando en realidad la quiere pero no puede estar con ella…”

SOMBRAS DEL PASADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora