Por fin había conseguido coger una rutina en aquella nueva ciudad. Salía a correr casi todas las mañanas hacia las siete de la mañana, y después, me duchaba, para luego llegar al instituto, y seguir mi rutina de todos los días. Aquella mañana era una mañana rara. No sé como pero desde que me levanté para ir a correr me di cuenta de que algo ocurría. Cuando volví me encontré un gran camión descargando muchas cosas en mi garaje. Mamá estaba firmando unos papeles, y Mike ayudaba junto a Caleb a meterlo todo. Cuando me acerqué, vi las cajas a quién pertenecían, y me acerque a una medio abierta. Cogí un marco de fotos, y lo vi. Sergio Romero con su grupo de amigos de toda la vida. Él siempre estaba ahí conmigo, ayudándome, y de un día al otro ya no estaba. Todos los trastos de mi padre habían sido devueltos. La policía se los había llevado para inspección, para saber qué había ocurrido en realidad, pero como nunca encontraron nada, todo era devuelto. Vi la cara de mi madre, y me fije. Ella estaba perdida, le dolía mucho toda esta situación, y eso era lo peor. No le había contado nada a él, y a él también se le veía totalmente confundido.
Seguí mirando en esa caja, cuando me encontré una caja de madera más pequeña, con un estampado, cuando me acordé que era la caja que tenía encima de la cómoda siempre, y sin mirar a nadie, seguí hacia mi habitación, con la caja en mi mano, y la deje en el mismo lugar donde él la tenía colocada. Me cambié de ropa, y fui a ayudar a los chicos para colocarlo todo. Caleb me saludó con un beso suave en los labios, dándome a entender que quería darme espacio. Entonces vi a mi madre, y aunque lo intente, saque una pequeña lágrima que me traiciono. Creo que nadie se dio cuenta, aunque Mike vino a abrazarme por detrás, y luego continuamos guardándolo todo. Todas esas cajas estaban llenas de recuerdos que me hacían mucho pensar en nuestra antigua vida, y ahora lo único que nos quedaba era esas cajas, esas de recuerdo que cada vez que las abrieramos encontraríamos cosas nuevas.
Terminamos de recogerlo todo, y Caleb se volvió a casa. Me dio espacio, pero sabia que deberia de hablar con él más tarde. Mamá se sentó en sofá, y entonces nos medio obligó a que nos sentáramos con ella para hablar. Al principio eran tonterías. No íbamos a volver a hablar del tema de las cajas, pero por fin hablamos sobre el tema que también sabía que nos perturbaba a todos. La noche de acción de gracias estaba por llegar, quedaban cinco días, y ni siquiera sabíamos cómo cocinar un pollo relleno en condiciones. Mamá se había ido joven de aquí, y realmente nunca llegó ha hacer una cena, así que estábamos bastante mal.
—Chicos, vamos a hablar. Creo que vamos a cambiar los planes para acción de gracias. En vez de hacer la típica cena, vamos cambiarla. Quiero hacer comida típica de España. Van a venir todos, y ya sabéis las ganas que tienen de comer algo de ahí, así que me hariais un favor si me ayudáis con la cena.
—Vale, nos parece bien. Así, no nos preocupamos por nada. —dijo mi hermano.
—Tema regalos, ¿hay algo especial que queráis? —pregunté.
—La camiseta de los 49ers me haría realmente ilusión. —me dijo Mike.
—Yo solo quiero que me ayudéis con la cena, con eso me va todo bien. — dijo Fiona.
—Eso no es nada mamá, algo seguro que te gusta.
—Lo que queráis en serio. Como ya os he dicho, vendrán todos. Quiero que os llevéis bien con Diego. Se que es complicado, y que no tengo derecho a pediros nada, pero me hariais un gran favor. Y tú —dijo señalando a Mike. —y Sofía, deberíais también intentar llevaros bien. Todo es pasado. Sobre el comportamiento tuyo —me señala. —Espero que te comportes con Caleb. No quiero malos rollos, no quiero que tengáis una guerra de lenguas en medio de la cena, espero que me entendáis todos, los dos. Esta es nuestra nueva familia, y espero que la respetemos todos. Ahora si queréis, podéis iros. Pero antes otra noticia, vendrán Sofía y Diego a cenar también y bueno supongo que dais por supuesto que Kate también se pasará. Él se quedara a dormir. Sofía se irá con Jo, y si quieres puede venir Michelle, aunque tampoco la conocemos del todo, lo que tu quieras, tu decides si entra en nuestra vida o no. Caleb se puede quedar a dormir aquí, pero no hagáis nada que yo no haría. Ahora si me disculpas chicos, me voy a preparar todo, si salis avisadme.
Nos acababa de meter la mayor charla de nuestras vidas, y la habíamos escuchado muy atentamente. Era una mañana difícil, y todos lo sabíamos. Me costaba entender todo aquello. Nuestras vidas habían cambiado mucho, pero llegó un punto que era demasiado, la vida de nuestro padre no nos paraba de golpear una y otra vez en la cara, y así era imposible llegar a pasar página.
Llegó la noche antes de lo previsto, y tal y como nos había avisado nuestra madre, Diego ya nos estaba esperando con su hija en la entrada. Fuimos corriendo a ponernos algo que no fuera el pijama, y bajamos para terminar la cena, cuando nos dimos cuenta, que mamá había preparado un vermut, nos pusimos a ello. A las ocho llegaron nuestros vecinos, y mamá pensó que Caleb y yo podíamos preparar la cena. Lo único que sabíamos hacer era pasta, y después de preguntar si iba bien esa cena, nos pusimos a ello.
Él lo preparó todo, pusimos todos los ingredientes encima de la mesa, y nos pusimos manos a ello. El sofrito fue algo muy rápido de hacer, tampoco nos esmeramos mucho, más que unos cherrys y un poco de salsa de tomate. Cuando me quise dar cuenta ya teníamos puesta la pasta hirviendo, pusimos el temporizador en marcha, y solo tocaba esperar.
—¿Crees que les va a gustar? Tengo que ganarme a la suegra. —me dijo Caleb.
—Le caes perfectamente, no tienes que ganarte a nadie, en todo caso si no salen bien me meterá a mi la bronca.
—En eso tienes razón. No te he dicho lo bien que te ves hoy.
—No seas pelota anda, estate atento con la pasta, que luego se pega.
—A veces no se que pienso que he visto en ti, eres un poco creída.
—¿Solo un poco? Obviamente has visto lo buena que soy, en todo caso, yo nose que he visto en ti, eras un auténtico imbécil cuando nos conocíamos.
—Tu me hacías sentirme extraño, estaba en una relación con Alison, y me hiciste ver que no todo siempre era igual, que no tenía que quedarme con lo que ya tenía, me hiciste darme cuenta que era lo que realmente quería para mi vida, y ahora sí, controló la pasta porque se nos va a pasar, pero antes —dijo mirándome y acercándose peligrosamente—¿estaría bien algo no?
—¿Algo como que?
—Algo como esto— y termino la distancia que nos separaba, para besarme contra la en encimera.
Tuvimos que parar cuando el timbre de la cocina empezó a sonar, dando por terminada la cocción de la pasta, cuando ya lo teníamos todo preparado nos acercamos a la mesa con los platos, empezando así la cena con todos.
—Pensábamos que ya os habíais muerto, tardabais mucho, espero que no estuvierais haciendo nada indecente en la cocina. —contó mi madre.
—Mamá, no digas estas cosas, no aquí delante.
—No te preocupes, todos lo hemos vivido. —Contó Kate.
—Mamá, tú tampoco hace falta que seas tan explícita. —Dijo Caleb.
—Solo decimos la verdad, ahora venga, a cenar, que para algunos ya es tarde. —dijo mi madre de nuevo.
—Creo que ya se por quien lo dice. —dijo Diego. —Nosotros, por si no os habíais dado cuenta.
Se pusieron todos a cenar, y como la mayoría de las veces que nos reunimos, hablaron sobre viejos tiempos, instituto, y como nos estábamos adaptando. Hasta surgió bastante natural nuestro pequeño problema con Sergio y sus cosas, cuando Diego puso muy mala cara, Sofía intentó comportarse lo mejor posible, e incluso Caleb soltó algún que otro chiste sobre cuánto le dolía la espalda, y que nunca había hecho tanto ejercicio en su vida. La cena llegó a su fin, y después de que tanto mamá como Diego subieran a su habitación para dormir, nos quedamos a recoger. Mike me había mostrado su preocupación anteriormente, sabía que implicar en este momento a Michelle en nuestras vidas era algo complicado, y entendía que no quisiera implicarse con una familia desestructurada. Nos fuimos todos a la cama, aunque no pude pegar ojo en toda la noche, no podía parar de pensar en él, en Sergio, en mi padre, y en la maldita caja de madera que guardaba debajo de la cama, que no sabía si algún día sería capaz de abrirla.
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INCANDESCENTE
RomanceElizabeth era una mujer fuerte, muy segura de sí misma. Todo se le desmorona de un día al otro. Tendrá que volver a encontrarse, todo eso añadiendo sus nuevos compañeros, y su nuevo estilo de vida al que debe adaptarse. Pero nadie, salvo su circulo...