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—No se tomen la molestia —ordenó con dejadez una voz monótona y muy clara

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—No se tomen la molestia —ordenó con dejadez una voz monótona y muy clara. No era tan aguda como la de nuestra creadora, pero a mis oídos seguía sonando femenina—. Creo que saben quiénes somos, de manera que deben ser conscientes de que carece de todo sentido intentar sorprendernos. U ocultarse de nosotros. O enfrentarse a nosotros. O huir.

Una risotada profunda, masculina, que no pertenecía a Riley, resonó amenazadora por toda la casa.

—Relájense—indicó la primera voz carente de inflexión, la chica encapuchada. Su voz poseía el inconfundible timbre que me aseguraba su condición de vampiro, no de fantasma ni de cualquier otra pesadilla—. No hemos venido a destruirlos. Aún.

Se produjo un instante de silencio y, a continuación, una serie de movimientos apenas audibles. Un cambio de posiciones.

—Si no han venido a matarnos, entonces... ¿a qué? —preguntó nuestra creadora, tensa y estridente.

—Deseamos conocer vuestras intenciones. Más concretamente, si incluyen... a cierto clan local —explicó la chica encapuchada—. Nos preguntamos si tienen alguna relación con el caos que han creado aquí. Creado ilegalmente.

Los tres fruncimos el ceño de forma simultánea.— Algo gracioso de ver desde el exterior.— Nada de aquello tenía sentido, pero la última parte era la más extraña. ¿Qué podría ser ilegal para los vampiros? ¿Qué policía, qué juez, qué cárcel podría tener poder sobre nosotros?

Lo ultimo que falta es que existan caza vampiros que nos vengan a buscar con ajos y agua bendita.

—Sí —siseó nuestra creadora—. Mis planes consisten en ellos, pero aún no podemos movernos, es complicado.

Un deje petulante se apoderó de su voz al final.

—Créeme, conocemos las dificultades mejor que tú. Resulta notable que hayan conseguido manteneros tanto tiempo fuera del alcance del radar, por así decirlo. Y dime —una brizna de interés tiñó su monotonía—, ¿cómo lo estas logrando?

Nuestra creadora titubeó y arrancó a hablar de forma apresurada. Casi como si se hubiese producido alguna clase de intimidación silenciosa.

—No he tomado la decisión —soltó ella. Luego añadió con más lentitud, de un modo involuntario—: De atacar. No he decidido hacer nada con ellos.

—Burdo, pero efectivo —dijo la chica encapuchada—. Desafortunadamente, su período de reflexión ha llegado a su fin. Debes decidir, ahora, qué vas a hacer con tu pequeño ejército. —Mis ojos se abrieron de par en par ante aquel término—. De otro modo, será nuestra obligación castigarlos como exige la ley. Este aplazamiento, si bien breve, me atribula. No es nuestra costumbre. Te sugiero que nos ofrezcas cuanta tranquilidad esté en tus manos... pronto.

—¡Iremos ahora mismo! —se ofreció Riley ansioso, y se produjo un nítido siseo.

—Iremos lo antes posible —corrigió furiosa nuestra creadora—. Hay mucho que hacer. Entiendo que desean nuestro éxito, ¿no? Necesitaré entonces algo de tiempo para entrenarlos, instruirlos, ¡nutrirlos!

𝘿𝙪𝙨𝙠 »𝙀𝙙𝙬𝙖𝙧𝙙 𝘾𝙪𝙡𝙡𝙚𝙣Donde viven las historias. Descúbrelo ahora