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El entrenamiento duró todo el día, pero yo no tomé parte en él

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El entrenamiento duró todo el día, pero yo no tomé parte en él. Después de que Riley regresase con sus líderes de equipo, yo ocupé mi lugar junto a Bree y Fred.

Los demás se habían dividido en cuatro grupos de cuatro, bajo la dirección de Raoul y Kristie. Nadie había escogido a Fred, o tal vez él les hubiese hecho caso omiso, o quizá ni siquiera fueran capaces de ver que estaba allí. Yo aún podía verle. Destacaba: el único que no participaba, un gran elefante rubio en la habitación.

Yo tampoco albergaba deseo alguno de ofrecerme para formar parte del equipo de Raoul o el de Kristie, así que me limité a observar. Algunos preguntaron por mi, deseaban tenerme en su equipo por lo buena guerrera que era pero nadie parecía haberse dado cuenta de que yo estaba ahí sentada al margen, con B y Fred. A pesar de que debíamos de ser algo parecido a invisibles gracias al « talento» de Fred.

Observé el entrenamiento con atención. Deseaba estar al tanto de todo, por si acaso. No tenía intención de combatir a menos que sea absolutamente necesario, quería que Bree encontrase a Diego y largarnos de allí los tres. Pero ¿qué pasaría si tuviéramos que pelear para escaparnos de los demás? Más me valía prestar atención.

Sólo una vez hubo alguien que preguntó por Diego. Fue Kevin, aunque me daba la sensación de que obedecía órdenes de Raoul.

—Al final a Diego lo han achicharrado, ¿eh? —preguntó Kevin en un forzado tono jocoso.

—Diego está con ella —contestó Riley, y nadie tuvo que preguntar a quién se refería—. De vigilancia.

Algunos sintieron un escalofrío, y nadie volvió a decir nada sobre Diego.

¿Estaba de verdad con ella? Desconfiaba. ¿No era que no querían que ninguno conozca el rostro de nuestra creadora? Tal vez Riley lo dijera tan sólo para evitar que los demás le preguntasen. Era probable que no quisiera que Raoul se pusiese celoso o se sintiera por debajo de Diego justo cuando Riley lo necesitaba en su estado de ánimo más arrogante posible. No estaba muy segura.

En el fondo, ver aquello era aburrido, me daba sed. Riley no dio tregua a su ejército durante tres días y dos noches seguidas. Durante el día era más difícil mantenerse al margen a causa de lo hacinados que estábamos todos en el sótano.

En cierto modo, a Riley le facilitaba las cosas: le solía dar tiempo de parar una pelea antes de que pasara a mayores. En el exterior, de noche, había más espacio para que los unos se moviesen alrededor de los otros, pero Riley se la pasaba entera ocupado corriendo de aquí para allá para recoger extremidades y devolvérselas a sus propietarios con rapidez. Contenía bien su carácter y, esta vez, anduvo bastante listo a la hora de encontrar todos los mecheros. Yo habría apostado porque la situación acabaría por descontrolarse, porque perderíamos al menos un par de miembros del aquelarre con Raoul y Kristie de refriega sin parar durante días. Pero Riley ejercía sobre ellos un control muy superior al que yo creía posible.

𝘿𝙪𝙨𝙠 »𝙀𝙙𝙬𝙖𝙧𝙙 𝘾𝙪𝙡𝙡𝙚𝙣Donde viven las historias. Descúbrelo ahora