Sukuna podía ver su felina figura bañada en luz de Luna, las estrellas jugando por su piel en forma de lunares desordenados.
Suspiró, abrazándolo con cariño, aunque el chico no se movió. No correspondió, ni siquiera con un susurro o una expresión facial. Sencillamente observaba el cielo nocturno. Adoraba tener una cama justo bajo la ventana, así podía ver cómo el color de su cuerpo iba cambiando con las horas, con el paso de los astros y de las estrellas fugaces.
—Oye, Ryomen. —El tono de voz serio y apagado le erizó el vello. Podía palpar su preocupación en el aire. —Me quieres, ¿verdad?
Alzó una ceja, confuso, viendo cómo Megumi se daba la vuelta para mirarle. Sus iris de mar estaban teñidos en tristeza.
—Claro que sí. —Soltó, como si fuera algo realmente obvio. Estaba asustado por la repentina pregunta. —Te lo digo todos los días. Te quiero.
Su novio apretó los labios hasta volverlos una fina línea y apoyó una mano en su pecho, junto a una de aquellas líneas tatuadas. Parecía que dudaba, podía jurar que su voz temblaba un poco y no sabía adivinar por qué.
—Es que... —Evitaba mirarle directamente, posaba sus pupilas en cualquier lado que no fuera sus ojos de rubí. —No lo parece. —Bajó un poco la cabeza, como si estuviera avergonzado. —Siempre dices que me quieres, pero nunca lo demuestras. O, al menos, yo lo veo así y me duele.
Por primera vez en aquella noche, Fushiguro se atrevió a sumirse en aquellos ojos de cereza, profundos y atractivos, tanto como su portador. Intentó sonreír tímidamente, pero no lo consiguió.
Sukuna negó ligeramente, atrayéndolo hacia sí para unir sus labios en un breve beso. Sentía la piel desnuda contra la suya, el calor de su corazón latiendo tan cerca. Pero, tenía su punto. Puede que tuviera la incómoda razón. Vivían juntos, dormían juntos y podían escuchar con relativa frecuencia encendidos gemidos, susurros exhalados con sensualidad. Las sábanas moviéndose con ellos en un mar de fuego. Sin embargo...
—Antes de ayer nos acostamos. —Acarició aquel precioso rostro, las mejillas rosadas. Aquella maravilla era su vida, sus latidos iban todos dedicados hacia él. —¿Quieres que lo hagamos más veces?
Megumi frunció el ceño, como si acabara de soltar una estupidez enorme, del tamaño de un edificio. Apartó aquella mano que le admiraba, casi ofendido por aquello.
—¡Pero...! —Puso una mueca, rozando la desesperación. Se dio la vuelta, apegándose a la pared, ya no quería mirar por la ventana. —Lo siento, no quiero discutir.
—¿He hecho algo mal? —El chico le picó el costado con un dedo, cuidadoso. Se incorporó para inclinarse sobre él, apartar un par de mechones negros que tapaban sus ojos cerrados. —Oye, Megumi, contesta.
Vio sus pestañas aletear, olas muriendo en el extenso océano de su tierna mirada. Solo que, aquella vez, no era tierna, sino que estaba inundada en dolor.
—Tengo sueño, déjame dormir. —Musitó, moviendo su cintura para que se detuviera. Un par de segundos en silencio fueron suficiente para sonsacarle las palabras. —Es sólo que podrías ser más dulce, de vez en cuando.
Ryomen ladeó la cabeza, confundido. Dulce. Si Megumi se sentía mal porque no era dulce, entonces se convertiría en su caramelo favorito.
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N/A: En este fic, Sukuna tendrá 24 años y Megumi 20
¡Ojalá os guste!Atte: Iskari
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Sweetness || SukuFushi
FanfictionSi Megumi se sentía mal porque no era dulce, entonces se convertiría en su caramelo favorito. ©Los personajes no me pertenecen, créditos a Gege Akutami. •Universo alternativo. » Comenzado el 03/02/21, acabado el 09/05/21 ~1° en #sukufushi 16/03/21