Sukuna sollozó una vez más, arrugando el papel en el que estaba escribiendo. Dos años, dos años llevaba enamorado de aquel chico y cada día podía ver más virtudes y cosas bonitas en él.
Ver cómo era feliz sin su presencia estaba acabando con su cabeza.
Alargó el brazo y dejó aquella carta a medio escribir en la balda de la estantería que usaba como mesita de noche, junto al cenicero lleno de cigarros. Se enterró bajo las sábanas, sintiendo a su hermano levantarse de la parte de abajo de la litera. Las escaleras que unían las dos partes vibraron y su colchón se hundió ligeramente.
—Piérdete. —Musitó, agarrando una manta y poniéndosela contra su desolado rostro. Sin embargo, el otro no se bajó de su cama. —He dicho que te vayas a la mierda, puto niñato.
Se limpió la cara disimuladamente y se incorporó, agarrándolo del pecho, de la tela del pijama anaranjado que el chico usaba. Amenazó con tirarlo abajo de la litera, con una mueca de odio.
Itadori apartó su mano con cuidado, como si estuviera tratando con un animal peligroso. Ya tenía diecinueve años y Ryomen acababa de cumplir veintitrés, eran lo suficientemente mayores como para lidiar con sus sentimientos por sí solos, pero sabía que su hermano mayor no podía hacerlo.
Se acomodó a su lado, escuchando cómo gruñía. Tenía el olor a tabaco impregnado en su pijama gris, pero no le importó. Ambos miraron al techo, en silencio.
—No te entiendo. —Acabó por soltar, teniendo el persistente miedo de que le echara a patadas de su cama. —Te gusta muchísimo, pero nunca le has dicho nada. Cuando estamos juntos siempre te apartas y te limitas a observar...
—Interesante, pero no te he preguntado. —Arrugó la nariz, molesto por aquel pequeño reproche. Sorbió por la nariz, intentando que no se notara que había llorado por alguien que, tal vez, nunca le correspondería.
—Y cuando intenta acercarse a ti sólo huyes. —Terminó Yuuji, dejando las manos sobre su propio regazo. —¿Por qué no se lo dices ya?
Lo cierto era que sabía que Megumi estaba enamorado de Sukuna. Era su mejor amigo, sabía todo lo que le ocurría y lo que pasaba por su bonita cabeza; el chico se lo contaba todo y hacía un año que le había confesado que estaba enamorado de su hermano desde hacía tiempo.
Miró al otro, a sus ojos de escarlata y las marcas negras que comenzaban a cubrir su rostro. Por el momento sólo se había tatuado la de la nariz y la frente con aquellas extraños trazos angulosos que ni siquiera sabía lo que significaban. Sus abuelos habían dicho que parecía un mafioso, Megumi había dicho que le daba un aspecto rudo y algo sensual. Pero sólo un poco, había dicho, completamente sonrojado por sus propias palabras.
Eran unos idiotas que habían tenido la verdad al alcance de la mano y que ninguno se había atrevido a saber. Verdaderamente llegaba a desesperarse y estaba harto de no poder dormir porque su hermano estuviera en la litera de arriba escribiendo poemas a la luna, pensando en el chico de sus sueños mientras fumaba compulsivamente.
—Porque... No puedo. —Susurró Ryomen, cerrando los ojos. —No quiero arruinar su piel con mis manos, ni asustarle. Joder, ¿y si sólo hago el ridículo? No le merezco, Yuuji. No merezco nada que venga de sus...
Preciosos labios rosados. Había leído eso miles de veces, cuando hurgaba en el cubo de la basura de su habitación, bajo el escritorio, y sacaba las cartas de confesión arrugadas.
—No lo sabes. —Lo cortó, antes de que sus oídos se empaparan de sus tonterías pastelosas. —Si no le dices lo mucho que te gusta, seguirás sufriendo. Declárate de una jodida vez, nos harás un favor a los dos.

ESTÁS LEYENDO
Sweetness || SukuFushi
FanfictionSi Megumi se sentía mal porque no era dulce, entonces se convertiría en su caramelo favorito. ©Los personajes no me pertenecen, créditos a Gege Akutami. •Universo alternativo. » Comenzado el 03/02/21, acabado el 09/05/21 ~1° en #sukufushi 16/03/21