23- Un demonio.

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Magnus y Alec  estaban en frente del instituto, esperando a que los hicieran pasar.

Alec le dio la mano y la apretó.— Te prometo  que todo estará  bien.

— Yo confío  en ti.— le susurró.— Solo espero que las cosas no se compliquen y los otros lleguen rápido  adentro.

— Así  será, confío  en mis hermanos y en Will.— le sonrió.

Iba a decirle algo más  cuando unos tipos salieron.

— La inquisidora Ingrid  quiere ver solo al brujo.— le dijo mirando  a Alec, una clara orden.

— Por supuesto  que no.— se interpuso Alec.— El no entrará  solo.

— Eso o ninguno.— dijo el otro encogiendo  se hombro sin interés.— Al final son ustedes los que pierden.

— Alec. — le susurró.— Puedo ir, al menos los distraere  mientras  ustedes sacan a la inquisidora. Todo estará bien.

— Tu no los conoces, ella es cruel.— le susurraba enojado.

— ¿ Se irán o entrará el brujo?.

— Iré.— contestó  Magnus, avanzó y sintió  un jalón, supo que era Alec, sin embargo se soltó y lo miró.— Te amo Alec.

Magnus siguió a los hombres dentro de un gran edificio que era entre una iglesia y una enorme mansión.

Habían  muchas  personas ahí, todas  eran Nefelim, ya que tenían runas  y armas.

Por un momento  se sintió amenazado, y presionado, pero el aceptó entrar.

— Por aquí.— un hombre le señaló  un portal, ¡ iban a llevarlo de ahí!, Pensó  aterrado.

Ingresaron al portal y llegaron a una sala donde habían unas ocho personas sentadas y una mujer a la cabeza de la mesa  con una espada a su lado.

— Buenas, ¿ Magnus Bane, cierto?— le dijo ella, tenía  una mirada oscura, como si ya lo odiara.

— A... asi es.— dijo  nervioso.

— ¿ A que se debe el.... honor?— preguntó  ella con una extraña sonrisa.

— Vengo a.... a pedirles que desistan con la matanza  que se ha generado en contra de los subterráneos.— pidió  con cautela.

— Vienes a pedirnos. — se burló  ella.— ¿ Como una orden?

— No señora, solo una petición.— le respondió con toda la seguridad  que podía  reunir.

— ¿ Y por que haríamos  eso?.

— Yo solo quiero un trato igualitario. Los nefilim  nos han hecho a un lado y hasta quieren matarnos, pero nosotros no merecemos  eso.— comenzó ganándose una mirada asesina de Ingrid.— A los brujos  nos han separado de nuestras  madres, yo se que muchos de ustedes tienen hijos, ¿ creen que es justo lo que nos hacen?. Esa profecía nos a traído  a cosas brutales, yo debería  ayudarles a ustedes con los  demonios.

— No sabes de lo que hablas.— lo calló  Ingrid.

— Claro que lo se, es verdad que hace poco era un mundano más, mas  eso cambió.

— ¿ Y que propones entonces?— preguntó un hombre.

— Calla Gabriel.— casi grita ella.

— Lo siento, pero yo tampoco  quiero guerras, causaría estragos, quedaremos pocos y no sería bueno.— le contestó  él.  Otros dos más  asintieron  y supo que decía  las palabras correctas.— Sigue Bane.

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