Entre empujones e insultos por parte de los pasajeros que entran y salen del vagón, he podido salir de ese tumulto. Ahora es momento de correr para alcanzar el metro de la otra línea.
Corriendo y tropezando con la gente que camina despacio, sabiendo que la vida está más cerca de su fin que de su principio. Siguo los pasos apresurados de otros pasajeros y recorro el camino que me llevará a otro vagón para alcanzar mi destino. Subo de dos en dos los escalones y atravieso el tráfico de personas para llegar al pasillo que me lleva a la línea 9. Aquí hay menos gente, pero en un rato se llenará igual. Sigo mi recorrido caminando a paso veloz, pero mi respiración ya no es estable. Con esfuerzo, llego a las escaleras de la nueva estación con dirección a la terminal Tacubaya, bajo corriendo hasta llegar al andén de la estación Centro Medico.
Por inercia, miro el reloj que se encuentra colgado a la mitad de la estación con la esperanza de tener más tiempo. «¡Maldito reloj!», pienso mientras veo que marca las 28:50. «¿Qué hora es esa?», me preguntó al mirar mi reloj de mano que indica que son cinco para las dos.
Me acerco al andén sin cruzar la línea amarilla pintada en el suelo, a menos de 60 centímetros de las vías. Hay gente que no la respeta, por eso suceden tantos accidentes. Mirando al frente, veo el arribo del tren hacia la dirección opuesta; Pantitlán. De nuevo, miro a mi alrededor percatándome de una veinteañera impaciente que se encuentra debajo del reloj. Es hermosa con unas lindas piernas que se esconden tras sus medias negras. Su vestido gris entallado dibuja la silueta de su cuerpo estético y balanceado perteneciente a la mujer que se esconde en lo más recóndito de mis fantasías; de facciones finas y piel tostada. Se acaricia su la larga melena castaña oscura mirando por mementos el andén y en otros su celular. Regreso la vista a las vías, el tren del otro lado ya se ha ido y el de mi lado se aproxima con mucha gente que saldrá de la estación o transbordará como hace poco lo he hecho.
"Permita salir antes de entrar", leo sobre las puertas, mientras se abren. Un mar de gente sale y entra, como si fuera una competencia por la medalla de oro en la categoría "Corriendo al vagón". La chicharra anuncia el cierre de puertas y la gente corre para alcanzar un pequeño lugar antes de arrancar. El tren avanza y la chica de mis sueños se pierde entre la velocidad y el túnel.
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Cuarto para las dos
RomantikEmpujones, insultos, llegadas tarde por un reloj que no funciona y una bella, pero misteriosa mujer acompañan a nuestro protagonista en su dramático enamoramiento en los andenes del metro de la Ciudad de México.