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Toda la tarde de ayer y el día de hoy no he podido dejar de pensar en lo que sucedió. Miro mi reloj marcando la 1:40 y apenas estoy en la estación Etiopia, espero llegar antes para ver a Alhelí.

Diez para las dos marca mi reloj cuando transbordo, pero al llegar al andén ella no está. Me quedo esperándola cinco minutos, son los que tengo antes de que se me haga más tarde. El tiempo parece volar, pero ella no llega. Triste, escuchó llegar el tren que me llevará a mi destino. Subo y cuando se cierran las puertas, la veo bajar las escaleras cubriéndose su hermoso rostro. El tren no me ha dado oportunidad de salir.

«No —pienso mientras el tren avanza con dirección a Tacubaya—, otro fin de semana sin saber que le ha pasado».

Cuarto para las dosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora