«Otro día más», pienso con desgana recordando el ir y venir de la rutina diaria. El mismo horario, el mismo trabajo, la misma vida; siento que te exprimirán hasta la última gota como una naranja ya exprimida. Sé que soy joven y que el examen de matemáticas es mi mayor preocupación, pero el transitar en el metro por el mismo recorrido día con día me conduce a estos pensamientos.
Llego al cambio de la línea 3 hacia la línea 9, en la estación Centro Médico, al cuarto para las dos. El reloj de la estación vuelve a marcar la misma hora de ayer: 28:50. «¿Cuándo lo arreglaran?», me preguntó mientras llevo mi mirada por debajo del reloj. Allí está, de nuevo, con nuevo conjunto de ropa, pero que no le quita su atractiva figura.
«¿Cómo se llamará?», me pregunto imaginándome el momento de hablarle. Me acercaría, pero podría asustarse. Las malas noticias son el pan de cada día en los periódicos y noticieros; robos, secuestros, acoso. No sé cuándo llegará ese momento; quizás mañana, pasado o el viernes, no lo puedo saber. Solo sé que pronto tengo que marcharme y quizás no vuelva a verla.
Mi tren se aproxima, abre las puertas y dejo pasar a un señor con muletas que me da las gracias. La chicharra suena y entro sin hallar asiento. El tren avanza y vuelvo a mirar, una vez más, a la chicha que se queda esperando en la estación y pienso que en mi corta vida no hay una mujer tan especial como ella.
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Cuarto para las dos
RomanceEmpujones, insultos, llegadas tarde por un reloj que no funciona y una bella, pero misteriosa mujer acompañan a nuestro protagonista en su dramático enamoramiento en los andenes del metro de la Ciudad de México.