IX

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Ayer la vi igual que el martes, pero sin los lentes obscuros y con la misma mascada. Algo malo le ha paso, ya no veo en ella la misma mirada de hace unas semanas. No me he atrevido a preguntarle, mucho menos de acercarme a ella, me preocupa que sea yo el culpable. Pero hoy le preguntaré.

Llego temprano a la estación Centro Medico, faltan dos minutos para el cuarto para las dos, pero no la veo. Mi reloj cambia al cuarto para las dos y por fin la veo llegar. Miro el reloj de arriba marcando: 50:88, como la semana pasada, «¿Cuándo lo arreglaran?», me pregunto mientras me acerco a ella. La saludo, pero se aparta un poco diciendo que la perdonara, pero que no se acordaba de mi nombre.

—Ricardo —le digo.

—Lo siento, Ricardo —contesta nerviosa mientras juega con un anillo azul como su vestido—. No tengo tiempo para hablar contigo, mi novio llegará en cualquier momento y...

—¿Le tienes miedo? ¿Te pasa algo?

—No, es que... es que no te conozco. Con permiso —dice mientras da media vuelta para dirigirse a las escaleras.

—Lo siento, ya no te molestaré.

Desilusionado, meacerco a la linea amarilla mientras observo subir las escaleras y se encuentracon un hombre, que por alguna razón se me hizo conocido. Escucho llegar eltren, mientras la chica intenta abrazar y besar al individuo. El tren abre laspuertas y me meto, la chicharra suena y alcanzo a ver que el hombre le comienzaa reclamar al grado que su voz es escuchada en toda la estación. Para cuandodecido salir del tren, este me cierra las puertas. Empieza a avanzar y veo quediscuten. Un policía se ha acercado para calmarlo, pero el manotea y lo empuja.No pude terminar de ver la escena, el tren se adentra en el túnel y me dejapensado en el tipo y en un tatuaje en el brazo que alcancé a ver, antes de queel tren se fuera de la estación. Quisiera regresar, pero ya es tarde para laescuela, espero que no haya pasado nada más.

Cuarto para las dosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora