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«¿Quién será ese chico?, ¿será su novio, su amigo o su hermano? No lo sé». Desde ayer, estas preguntas giraban en mi cabeza y más porque cunado regreso de la escuela hago el mismo recorrido, pero a la inversa. Sin embargo, creo que hoy será el día en que le hable, si es que la vuelvo a encontrarla allí, en el mismo lugar.

Bajo con tranquilidad del vagón, hoy no tengo tanta prisa. Transbordo, esperando encontrarla bajo el reloj descompuesto. Al llegar al segundo andén, dirijo mi mirada hacia el reloj que ahora marca una hora peor: 50:88, pero ella no está. Cuarto para las dos, marca mi reloj de mano, pero ella no aparece. ¿Será que la imaginación ha jugado conmigo y la chicha de mis sueños está ahí, en mis sueños?

Me desilusiono mirando llegar el tren justo a tiempo, sin tener que esperarlo demasiado. Llegó antes de ponerme debajo del reloj para responderme que sí, fue mi imaginación. Las puertas se abren y la gente tropieza conmigo porque me encuentro a la mitad de la estación. El tren hace sonar la chicharra y, desilusionado, corro para subir al vagón. Las puestas se cierran y comienza a avanzar, pero antes de entrar al túnel la veo llegar corriendo al reloj, pero hoy no la pude mirar bien.

Ahora soy feliz, mi mente no me ha jugado ningún juego. Existe, ella existe y tengo que hablarle antes de que no la pueda ver. Sin embargo, tendré que esperar hasta mañana.

Cuarto para las dosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora