Capítulo dieciocho

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Tras toda una noche de tormenta, un nuevo día amaneció en la isla, por lo que uno a uno, los náufragos fueron saliendo de la cueva.

Dudosos de regresar a la playa pues allí tan solo había arena y agua del mar, optaron por quedarse cerca de las cuevas, ya que eran un buen refugio y estaba más cerca de la madera y las frutas de los árboles.

De todos modos, tenían que comer algo de pescado, por lo que los mas mañosos, emplearon su tiempo en construir utensilios para poder pescar.

Otros optaron por juntar el mayor numero de palos y hacer una gran hoguera para encenderla y pedir auxilio, si divisaban algún barco.

Saint y Zee se unieron al grupo, el cual decidió juntar ramas de las palmeras y demás árboles y ponerlas en la arena, a modo de llamada de socorro.

No tenían ni idea de que un helicóptero y un barco habían estado cerca mientras ellos estaban en las cuevas, el interior de la selva y que estos habían decidido seguir buscando por otros lugares próximos por si encontraban los restos del avión

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No tenían ni idea de que un helicóptero y un barco habían estado cerca mientras ellos estaban en las cuevas, el interior de la selva y que estos habían decidido seguir buscando por otros lugares próximos por si encontraban los restos del avión.

Ese era su tercer día en la isla y a pesar de que unos como Zee parecían estar encantados, otros como Saint estaban cada vez más desalientados.

Tras terminar el trabajo, todos regresaron a las cuevas pues empezaba a llover de nuevo y además para comer algo y descansar un poco.

Luego de unas horas y tras amainar la tormenta, el sol volvió a salir y entonces Zee decidió levantarse, salir y sorprender al castaño para levantarle el ánimo.

Poco antes de que nuevamente la noche llegase, Saint abrió sus ojos y buscó a este con la mirada pero no o encontró, entonces preocupado se levantó y salió de la cueva.

Este preguntó a varias perdonas si lo habían visto, hasta que de repente alguien tocó su hombro entonces se giró y lo vio.

...—¿Dónde estabas?, no vuelvas a irte, me asustaste.

El moreno sonrió.

—Hey tranquilo, ¿qué podría haberme pasado?.

Saint hizo un tierno puchero.

—No lo sé pero hay tormentas y es importante no separarse del grupo.

Zee chasqueó la lengua sacándole importancia.

—Anda ven, te mostraré algo que te gustará.

—Pe-Pero ¿Y la cuev...

Este no pudo terminar pues el capitán del equipo de baloncesto le cogió de la mano y tiró de el para que lo siguiese.

—¿A dónde me llevas Zee?, oye más despacito, mi pie.

—Venga vamos, pronto se hará de noche y no podrás verlo.

—Está bien..ok...ok

Unos cuantos metros caminando entre la maleza, los chicos llegaron a una zona alta y entonces Zee se colocó tras el castaño y le tapó los ojos.

17. La Isla - Zaintsee TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora