𝐋𝐨𝐧𝐞𝐥𝐲 𝐇𝐞𝐚𝐫𝐭 | Redfield

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Wen no había dicho casi ni una palabra en toda la mañana, seguía inquieta por lo todo lo que había pasado el día anterior. No había dormido demasiado esa noche y cuando había acompañado a su hermana a hacer sus rondas parecía un zombie.

En cuando sentió que el motor del coche volvía a encenderse volvió en sí. Cada vez que podía su mente divagaba y repetía una y otra vez la situación. Gritos y disparos, todo el rato.

—Toma —le tendió un vaso de cartón. Wen miró a su hermana y le agradeció con un asentimiento, aunque no tardo en poner una mueca de desagrado al probar el contenido.

—Tiene leche de arroz, Lisa —se quejó con un tono infantil sacando la lengua.

—Oh, es el mío, coge este —dijo su hermana mayor, refiriéndose al café que había colocado en el posavasos del salpicadero.

El resto del trayecto continuó en silencio, mientras Elisabeth conducía tranquilamente, Wen había vuelto a meterse en sus pensamientos mientras daba pequeños sorbos a su bebida. No tardaron demasiado en llegar a Figure Eight, un cambio bastante obvio en el paisaje se lo dejaba claro. Ya casi no había rastro de Ágatha en la zona rica de la isla, quizás un par de desperfectos que no tardarían en solucionar en un par de días.

La mayor de las hermanas Ramos detuvo la camioneta en la entrada del resort donde Rowena trabajaba y, tras poner el freno de mano, se giró hacia su hermana.

—¿Tengo que venir a por ti luego o te las arreglas tú?

—No sé cuanto voy a tardar, pero seguramente en el hotel tenga cobertura para avisar a alguien, así que no te preocupes —le dijo con una pequeña sonrisa de lado.

—Está bien, cualquier cosa llama a la oficina de mamá, que ya tiene señal.

La de cabello corto asintió y, tras coger su bolsa y el vaso de café, se dirigió a la entrada del resort. Se acabó lo que quedaba de su bebida de un trago y tiró el envase en un contenedor cercano. Tuvo que esquivar a una gran cantidad de gente que corría de aquí para allá, todos demasiado ocupados en sus propios asuntos. El exterior estaba repleto de empleados; jardineros, botones, camareros... Sin embargo, en la recepción se respiraba un ambiente de extraña normalidad. Extraña para Wen, porque los huéspedes se comportaban como si un huracán no hubiese azotado la isla hacía menos de dos días.

La asiática no diría que tenía un odio general hacia los kooks, en parte eran de lo que vivía su familia, pero este tipo de situaciones la ponían verdaderamente enferma. Buscó con la mirada a la directora del hotel, supuso que no sería fácil encontrarla porque estaría hasta arriba de trabajo teniendo que coordinarlo todo. Salió por la parte de atrás, camino a la piscina y las zonas de ocio, a ver si tenía más suerte y encontraba a algún alto cargo. Trató de llamar a su jefa seis veces, pero no daba señal.

Lonely Heart | Outer BanksDonde viven las historias. Descúbrelo ahora