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Conway corría por las escaleras del edificio liderando al grupo, mientras que trataba de marcar en su teléfono el número que tan bien conocía. Escucharon algunos golpes y disparos en el propio edificio, por lo que trataron de acelerar aún más el paso.

—Vamos, contesta— dijo mientras llevaba el móvil a su oído y comenzaba a escuchar los pitidos.

Gustabo le seguía de cerca, agarrando la mano de su hermano con fuerza. La lucha volvía a empezar y no quería perder a Horacio después de todo lo que habían pasado en las últimas horas. El miedo estaba más presente que nunca.

—Estoy con Volkov, vamos con dos omegas— escuchó decir a Conway— Tienes que sacarnos de aquí.

Justo en el momento en el que salieron del edificio, una bomba explotó a escasos metros, haciéndoles saltar por los aires y aterrizar de forma dolorosa en el suelo.

Gustabo se llevó la peor parte. Al caer, su cabeza fue golpeada contra uno de los coches que había en aquella calle, dejándole aturdido en el suelo. Vio cómo alguien se acercaba a él, pero lo único que conseguía visualizar era una figura borrosa, que poco a poco fue tomando forma. Al verle de forma nítida pudo distinguir que Conway le gritaba algo mientras le agarraba para levantarle, aunque sólo era capaz de escuchar un pitido. De fondo vio cómo Horacio echaba a correr en su dirección seguido de Volkov, quienes también parecían gritar, pero no fue hasta que observó detrás de aquel par cuando entendió todo.

—¡Gustabo, levántate!— comenzó a disminuír el pitido y la voz de Conway se hacía cada vez más fuerte— ¡Tenemos que correr!

Se levantó de inmediato, a pesar del mareo,  sin quitar la vista de aquellos hombres que portaban un lanzamisíles y lo que Gustabo distinguió como granadas.

—¿Qué cojones?

Notó su brazo ser tirado por el alfa, acto que le hizo caer de nuevo en la realidad, y comenzó a correr.

—¡Al callejón!— gritó Conway para que el resto del grupo le escuchara.

Entraron en él, sorteando algunos cadáveres, y no pararon ni siquiera cuando sus cuerpos no podían más. La adrenalina les ayudó a seguir cuando se dieron cuenta de que aquella gente les perseguían en un coche mientras gritaban y reían.

Conway trataba de idear un plan para librarse de aquellos maníacos, pero aquello pasó a un segundo plano al ver otro coche delante de ellos. Avanzaba rápido y no tenía pinta de querer frenar. Entonces vio que un par de personas sacaban medio cuerpo por las ventanillas y comenzaban a disparar, por lo que el grupo frenó en seco.

Horacio, al ver que nadie reaccionaba, buscó con la mirada algún sitio en el que pudieran meterse, hasta que vio una tienda que parecía vacía.

—¡Vamos!— gritó mientras agarraba al ruso, el cual estaba más lejos, y empujaba a Gustabo hacia el lugar, quien, a su vez, también empujaba a Conway.

Al ver que sus compañeros habían captado la idea, soltó a Volkov y se adelantó al resto, para coger impulso y saltar contra la cristalera de la tienda, rompiéndola justo en el momento en el que el primer coche que les perseguía soltaba otro misíl contra el que venía de frente. El resto del grupo entró a tiempo, resguardándose, salvo Volkov, quien se tiró encima de Horacio para protegerlo de la explosión.

—¡Joder!— gritó el ruso en cuanto todo había pasado— Casi morimos y esto solo acaba de empezar, ¡¿cómo puede haber tanto puto lunático?!

Se levantó todavía alterado, ayudando al omega en el proceso.

—Gracias.

—¿Te has hecho daño?— dijo comenzando a revisarle el cuerpo, hasta que pudo comprobar que había sangre en su brazo— Te has avalanzado contra ese cristal con muchas ganas eh.

—Deberías comerle la pinga por haber hecho eso— dijo de pronto Gustabo mientras se recomponía— Nos ha salvado el culo.

Horacio sintió sus mejillas teñirse de un rojo intenso mientras veía cómo su hermano le guiñaba un ojo discretamente.

—Dejaos de gilipolleces— habló esta vez Conway— Seguimos sin estar a salvo— observó por la cristalera rota como, efectivamente, ambos vehículos habían quedado calcinados— Menudos imbéciles.

—Te vendaré la herida— dijo Volkov siendo totalmente ajeno a lo que hacía Conway. Abrió su mochila y sacó una pequeña botella de alcohol y unas vendas bajo la atenta mirada del menor. Agarró su brazo con delicadeza y acercó la botella— Esto va a escocer un poco.

Horacio sintió su brazo arder al notar el alcohol en las heridas. Quiso gritar, pero se contuvo, sabiendo que aquello podría llevarles a la muerte. Tras aquella pequeña agonía, el ruso procedió a rodearle el brazo con las vendas, tal y como había dicho.

En cuanto terminó su tarea, Horacio iba a hablar para agradecérselo, cuando, de repente, el sonido del seguro de un arma siendo quitado le aceleró el pulso.

—Soltad las putas armas— dijo una mujer que acababa de salir de su escondite sin dejar de apuntarles.

Todos se quedaron estáticos, observando a la mujer que poco a poco se acercaba más a ellos

—¡Ya!— gritó.

Entonces Gustabo abrió los ojos sorprendido.

—¡Espera, espera!— se puso delante del arma con los brazos en alto— Eres la omega del camión— la chica frunció el ceño confusa, mientras Gustabo señalaba a Horacio y a si mismo— ¿Te acuerdas de nosotros?

La mujer bajó el arma de inmediato, sorprendiéndose al darse cuenta.

—¡Sois los que nos sacasteis de allí!— observó a Gustabo— ¡Tú nos diste las armas!

El rubio suspiró, bajando las manos consigo, al ver que la situación parecía estar controlada. Entonces le tendió la mano a aquella mujer.

—Me llamo Gustabo, y mi hermano es Horacio.

Esta sonrió levemente mientras le devolvía el gesto.

—Kylie Johnson— observó a sus otros dos acompañantes y en seguida supo quienes eran— Oíd, estáis en peligro.

—Qué novedad— respondió Conway.

—Hay un grupo que os está buscando, fieles seguidores de Smith. Por lo que he oído, el líder se hace llamar Abomination.

—Menudo ego— soltó Gustabo.

—Créeme, su apodo le hace justicia.

—¿Cómo sabes tú todo eso?— preguntó Conway sin terminar de fiarse.

—Las noticias vuelan rápido, sobre todo si tratan de asesinar al que acabó con la Purga.

—O sea que además de la gente que va armada por ahí, también tenemos que huír de un loco que busca venganza, genial— habló Volkov de forma sarcástica— ¿Alguien más, quizás algún bicho salido de un laboratorio?

Kylie se encogió de hombros sin saber qué más decir.

—¿Sabes algo más de ellos?— preguntó Conway.

—Sólo sé algún que otro rumor.

—¿Como cual?

—Que se trata de un sádico. Si creéis que habéis conocido locos durante esta última Purga, no han sido nada comparados con él.

Gustabo sintió un escalofrío recorrerle, y Conway lo notó. Se acercó a él dando por finalizada la conversación con la omega y le susurró.

—No te voy a perder de vista esta vez, nadie te va a tocar ni un pelo sin recibir una bala en la cabeza.

El rubio abrazó el mayor, apoyándose en su pecho y cerrando los ojos, confiando en las palabras del alfa.

—Pensaba que esas armas no estaban permitidas— se escuchó la voz de Kylie mientras veía tras la cristalera los coches calcinados.

—Esto ya no es la Purga— dijo separándose de Gustabo— Y en la guerra todo está permitido.

𝑲𝒊𝒍𝒍 𝑻𝒉𝒆𝒎  |Intenabo|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora