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Abrió los ojos con dificultad, sobre todo al notar las lágrimas en ellos. Recordó a duras penas el gas que le había dormido, y entonces supo que sus ojos debían de verse muy irritados. Se los frotó con fuerza y se incorporó, observando atentamente a su alrededor.

Estaban en una habitación distinta a la que recordaba, a pesar de las lagunas que tenía. Se giró, aún sentado en el suelo, encontrándose con Horacio durmiendo a su lado. Se fijó detenidamente al ver cómo de su boca caía un hilo de saliva, "joder, que asco", pensó algo divertido ante la imagen.

—Horacio— le llamó en un tono bajo mientras le movía— Horacio despierta.

El de cresta soltó un leve gruñido molesto a la par que se daba la vuelta para seguir durmiendo, por lo que Gustabo rodó los ojos.

Entonces escuchó el eco de unas voces fuera de aquella habitación, por lo que decidió levantarse, a pesar del mareo que sentía, y acercarse sigilosamente a la puerta. Al abrirla pudo distinguir con más claridad la voz de Conway, pero no conseguía verle. En su lugar veía a un par de personas que le daban la espalda, reconociendo entre ellos a Volkov.

—No te lo repetiré mas veces— escuchó al alfa— ¿Qué hacéis con las personas que metéis ahí dentro?

—Vamos, amigo— esta vez habló una voz que no conocía— ¡Solo se divierten!— se oyó un golpe— ¡Au!

—Si eso te duele más te vale hablar antes de que la cosa se ponga peor.

Gustabo frunció el ceño al percatarse de la voz de aquella mujer. No sonaba como la de Kylie, aquella omega que habían conocido, sino que era más seria e imponente.

—Está bien, está bien. Digamos que la fiesta funciona como almacén, dentro dejamos que hagan lo que quieran, que se lo pasen bien, pero de vez en cuando tenemos clientes...especiales.

—¿A qué te refieres con especiales?

—Bueno, son personas con las que podemos llegar a hacer negocio— continuó— A cambio de una pequeña fortuna les permitimos que entren y se lleven lo que quieran.

—A quien quieran, querrás decir— volvió a hablar la mujer.

—Si lo quieres decir así, para mi no son más que mercancía— entonces Gustabo escuchó otro golpe, seguido de la risa de aquel desconocido— ¡Oye! No discriminamos a nadie a la hora de traerlos, siento que tu omega estuviera ahí, aunque he de decir que nos habrían pagado muy bien por él.

El rubio se dio cuenta de que estaban hablando de él, por lo que trató de hacer memoria. Recordaba el momento en el que le separaron del grupo, justo antes de drogarle, a partir de ese momento solo pasaba por su mente algún que otro flashback sobre un lugar lleno de gente y música. Recordaba también haber estado con Conway allí, con una sensación muy parecida a la del celo, y, la última imagen, era el alfa a punto de morderle justo antes de notar un gas que le dejaba sin fuerzas. Inconscientemente se llevó la mano a la boca al pensar en la violencia de aquel momento, quejándose de inmediato al notar las heridas que tenía en aquella zona.

—Conway, ya basta— la voz de la mujer le hizo volver a la realidad, dándole un pequeño susto que consiguió que empujara la puerta en la que estaba apoyado.

Se quedó parado al ver todas las miradas en él.

—Anda mira— habló el desconocido escupiendo sangre. En aquel momento pudo comprobar que estaba atado a una silla— Hablando del rey de Roma, por la puerta asoma.

—Em...— Gustabo se incorporó aún en su sitio, tratando de parecer natural— Buenos días mamahuevos.

Vio al hombre de la silla reírse a pesar de los golpes que parecía haber recibido, y a Conway caminando hacia él.

𝑲𝒊𝒍𝒍 𝑻𝒉𝒆𝒎  |Intenabo|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora