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—Kylie, ¿vienes con nosotros?— preguntó Gustabo al ver que Conway parecía ponerse en marcha.

—Lo siento— murmuró— Tengo que buscar a mi hermano pequeño. Estaba con él tras la Purga, pero cuando todo esto empezó...

Gustabo posó una mano en su hombro ante su silencio, compasivo.

—¿Cómo se llama?

—Christopher.

—Lo encontrarás— alentó Gustabo, alejando su mano de ella— Espero que nos volvamos a ver.

La omega sonrió de forma triste ante sus palabras.

—Buena suerte— habló esta vez Horacio mientras abrazaba a Kylie como despedida.

—Lo mismo digo.

Y dicho aquello comenzaron a alejarse de la tienda. Caminaron pegados a las paredes con mucho cuidado para no llamar la atención de nadie.

—¿A dónde vamos exactamente?— preguntó Gustabo al alfa que caminaba frente a él.

—A un lugar seguro, mis contactos nos sacarán de aquí— hizo una mueca— Y de camino necesito coger un teléfono, han explotado el mío.

—Va a ser fácil conseguir un móvil, las tiendas no tienen ningún tipo de seguridad— respondió observando a su alrededor.

El rubio solo escuchó cómo Conway murmuraba afirmativamente, dando por finalizada la conversación, por lo que volvió a poner atención al camino. Veía a gente corriendo, pero estaban lo suficientemente lejos como para que les hicieran nada, tampoco faltaba el sonido de explosiones y disparos que parecían provenir del centro de la ciudad.

Tras unos diez minutos caminando, dieron con una tienda de tecnología, por lo que Conway se paró e hizo un gesto con la mano que solo Volkov entendió. Ambos alfas se adentraron con las armas en alto, dejando a los omegas haciendo perímetro fuera.

—Está despejado— habló Conway.

De uno de los escaparates sacó un móvil, ni siquiera se paró a mirar la marca, solo lo necesitaba para llamar, y se acercó al mostrador para coger una tarjeta e introducírsela a este. El sonido de la neblina de las televisiones de aquel lugar comenzaba a levantar un pequeño dolor de cabeza en el alfa, sin embargo, este paró en cuanto las televisiones proyectaron en sus pantallas un fondo azul.

—¿Un comunicado?— preguntó Volkov, llamando la atención de los omegas, quienes se asomaron para ver qué ocurría.

Conway frunció el ceño, sin saber exactamente qué esperar, hasta que en la imagen apareció un hombre sentado en una silla y rodeado de gente, llevaba una máscara que le cubría toda la cara, por lo que era imposible reconocerle. Era un hombre grande y lleno de cicatrices, aunque la sangre que corría por su cuerpo se las invisibilizaba.

—Buenas tardes, purgadores— comenzó a hablar— Sé que estáis enfadados, disgustados por lo que ha pasado. Nos han quitado nuestra única forma de purificación, para siempre. ¿No os enfurece eso? ¿Cómo vamos a librarnos de nuestra propia violencia sino?— hizo una breve pausa— Yo sé como, venganza. Ellos han acabado con lo que más necesitábamos en nuestras vidas, ahora nos toca a nosotros.

Conway comenzó a ponerse tenso ante aquellas palabras, sobre todo en cuanto la imagen se puso en negro, para dar paso a una fotografía de una cámara de seguridad.

—Joder— soltó Volkov, sorprendido.

En la imagen se les veía a ellos cuatro saliendo del edificio en el que Conway había acabado con la vida de Jacob Smith.

—Estos son los culpables— volvió a hablar el hombre de la máscara— Si les veis traédmelos, con vida— remarcó— Voy a hacer que sufran.

Y tras una macabra risa, la restransmisión se cortó.

—Prefería cuando mi cara salía en un cartel como enemigo del Estado, y no en la televisión nacional como enemigo público— dijo Volkov mientras salía de la tienda.

—Ese debía ser Abomination, tenemos que andar con mucho cuidado— habló Conway imitándole y acercándose a los omegas.

—Eso lo ha tenido que ver mucha gente— dijo Gustabo bastante preocupado— Así que...¿cuál es el plan?

—Pues que no nos vean, capullo.

Gustabo rodó los ojos.

—Eso ya lo sé, viejo— respondió elevando un poco el tono— ¿Pero a dónde coño tenemos que ir?

El alfa se frotó el puente de la nariz y dirigió su vista al nuevo móvil, empezando a encenderlo.

—Todavía no lo sé. Le mandaré un mensaje a mi contacto y activaré el GPS para que pueda localizarnos.

—O sea, que ahora mismo estamos a nuestra suerte, ¿no?— preguntó el rubio poniendo sus manos en su cintura, una pose algo cómica para su hermano, quien lo veía algo alejado.

—Qué quieres, ¿que saque mi puta lámpara mágica para que puedas pedir un deseo? ¡Es lo que hay! ¡Esto no e...— sus palabras fueron cortadas por un repentino dolor en su cuello— ¿Qué coño?

Llevó su mano a la zona, encontrándose algo clavado en ella. Justo antes de que su vista se nublara, consiguió arrancarlo, descubriendo que se trataba de una especie de dardo.

—Mierda— murmuró segundos antes de caer al suelo.

—¡Jack!— gritó Gustabo mientras comenzaba a mirar alrededor, alerta.

Tanto Volkov como Horacio habían desenfundado sus armas, listos para cualquier cosa. Habían tratado de esconderse, sin embargo, uno de aquellos dardos fue directo al cuello del alfa justo antes de poder ocultarse, teniendo el mismo resultado que con Conway.

Con los alfas al margen, unos hombres salieron de detrás de unos coches y corrieron hacia los omegas, capturando a Gustabo.

Conway aún con la vista nublada, pudo distinguir la figura del hombre que se llevaba a Gustabo. A pesar de esforzarse, no era capaz de distinguirle la cara, pero sí consiguió ver el tatuaje de su mano antes de quedar inconsciente.

—¡Gustabo!— gritó Horacio saliendo de su escondite y disparando a aquellos hombres.

Los enemigos, al ver que el de cresta estaba abatiéndolos, se abalanzaron sobre él, pero Horacio se resistió y trató de acabar con ellos a puño limpio.

—Sedadlo— gritó esta vez el que se llevaba al rubio.

—No nos quedan sedantes.

—¡Pues hacedlo a lo tradicional!

Mientras Horacio se encargaba de uno de ellos, otro se acercó por un lado y le golpeó la cabeza con un bate, dejándole por fin inconsciente.

—¡Horacio!— gritó Gustabo en cuanto pudo librarse de la mano de su secuestrador.

—A nuestro jefe le vas a gustar— habló el hombre metiéndole en la parte de atras de su coche— Respira profundamente— dijo justo antes de soplarle unos polvos en la cara.

—Argh— trató de apartarlos sacudiendo su mano, totalmente en vano— Que te jodan, cerdo.

Pero entonces Gustabo empezó a notar que algo iba mal, o quizás no tan mal.

Y ese era el problema.

—Oh, joder.

𝑲𝒊𝒍𝒍 𝑻𝒉𝒆𝒎  |Intenabo|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora