11H

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Abrió los ojos muy lentamente, pues la fuerte claridad le cegaba y le obligaba a volver a cerrarlos. Levantó una mano para resguardar su vista de la luz, dándose entonces cuenta del tubo que tenía incrustado en ella. Decidió alejar su mano para verlo mejor, el tubo estaba conectado a un bolsa con lo que parecía ser suero. Unos pitidos comenzaron a hacerse presentes para él, obligándole a girar la cabeza para encontrarse con una máquina que contaba sus constantes vitales.

Se incorporó un poco, pero deteniéndose, entre pequeños quejidos, al notar todo su cuerpo adolorido.

—¿Conway?

La voz sonó cercana a él. Centró su vista para encontrarse con Volkov a su lado, atento a cualquier movimiento suyo.

—Joder apaga esa máquina, me está volviendo loco.

El ruso no pudo evitar lanzarse a sus brazos con cuidado, soltando alguna que otra lágrima que trató de ocultar.

—Maldito viejo decrépito— murmuró entre risas.

Se alejó para observarle mejor, con una sonrisa.

—Voy a avisar al resto.

Salió de la habitación casi corriendo, dejando a Conway solo, quien trató de reincorporarse de nuevo ignorando en la medida de lo posible el dolor que sentía.

—No, no— vio entrar a una enfermera— Aún no puede levantarse, poco a poco.

Haciendo caso omiso a sus recomendaciones, observó tras ella un rostro familiar que se aproximaba a él.

—Te prometo que te mataría ahora mismo— habló la mujer cruzándose de brazos.

Entonces recordó aquella noche. El laberinto, Abomination, el aeropuerto, el misil...

—Venga Michelle, por lo menos estoy aquí.

La nombrada masculló algo que Conway no pudo llegar a entender, para justo despues acercarse a él e imitar la acción que el ruso había hecho anteriormente.

—No vuelvas a hacer algo así.

—No está en mis planes hacerlo.

Entonces vio por encima del hombro de su amiga, una cabellera rubia entrando en la sala, junto con una inconfundible cresta. La mujer se separó, dejándole ver con claridad al par, quienes se habían quedado parados a escasos metros.

—¿Jack?— murmuró con voz ronca.

El alfa se fijó bien en él. Estaba más delgado y desaliñado, su pelo era un nido de pájaros y bajo sus ojos había un tono púrpura que le hacía saber que no había estado durmiendo bien. Horacio parecía sostenerle para que no cayera, por lo que se dio cuenta de lo débil que estaba.

Trató de volver a incorporarse. Lo único que quería era correr hacia él y sujetarle entre sus brazos.

Las personas allí comenzaron a moverse algo preocupados.

—Conway, no intentes levantarte— habló Volkov.

—No creo que me vaya a morir ahora— bromeó entre quejidos.

—Es usted un testarudo— murmuró la enfermera mientras le ayudaba a sentarse sobre la camilla— Ni se le ocurra ponerse a caminar.

El alfa giró la cabeza para volver a mirar a Gustabo, quien no podía evitar soltar algunas lágrimas. El rubio quiso acercarse más, hasta que consiguió dar con la camilla, permitiéndole a Horacio soltarle al saber que estaba seguro. Ni siquiera esperó un segundo más para lanzarse a los brazos del mayor, aunque teniendo cuidado de no hacerle daño.

𝑲𝒊𝒍𝒍 𝑻𝒉𝒆𝒎  |Intenabo|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora