Mariposas sin alas.

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Era bastante pequeña entender que estaba mal, no me explicabas bien, solo veía tu mano empuñada ir hacia mi espalda, con tus ojos llenos de ira hacia mi pequeño cuerpo, rasgabas mi piel, y rompías mis alas las pisoteaste con toda la intención de destruirlas, porque yo para ti no merecía bolar.

Era una niña mala, mala por ser una niña, mala por hablar, mala por jugar, mala por crecer, mala porque así lo dijiste tu. A veces ya no sé qué duele más, tus golpes o el hecho de que fueras tú, el hecho de que me arrojaras al precipicio sin nada con lo cual pudiera defenderme, porque siempre me desarmabas.

Tenía nueve años y ya veía la sangre correr de mis brazos, conocí el daño, el odio, y las ganas de morir. Ya miraba la soga pensando enredármela al cuello, las hadas y las princesas dejaron mi cuento porque te tenían miedo. No era necesario inventar historias sobre el monstro que vive debajo de la cama, solo escuchar tu nombre, tus pisadas, eran suficientes para que yo, ya no soñara.

Quisiera decirte a la cara "mírame, no pudiste. No pudiste destruirme, me rompiste las alas, sí, pero construí unas nuevas. Quizás no sané, pero ahora se reparar, papá."

Textos de Gilraen Eärfalas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora