A quien corresponda...

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No sé para quien será esta carta, no sé qué serás para mí, madre, hijo, esposo, amiga, no sé. Pero cuando llegue el momento de leerla, porque será este el último mensaje te diré que no permitas la ropa negra, nada de los lutos, ni las lágrimas, nada de pésames, ni de hipocresías, no te molestes en hacer café, no se queden toda la noche rodeando un féretro donde yo ya no estoy.

No, no me volví la heroína ni la buena ni nada de las cosas que se dirán entre sí, no dejes que lleven esas cosas blancas en círculos, solo flores amarillas, rosas, lilas, negras, lavandas, muchas lavandas, sonrían, pongan música de Cachini. Lo más parecido a una reunión de té en verano, no es un día triste, no me fui con los dedos arañando un pedazo de vida, viví, creo más de lo que muchos podrán vivir en 200 años.

Casi no dormía nada, así que no esta mal que duerma esta vez. Dije todo, no me quede con nada, grite hasta la última injusticia, confesé cada una de mis heridas, saqué mis más oscuros secretos, miré a los ojos a quien me honra, fui libros abiertos volando por el mundo, mis historias están entre mis letras, no estoy mal, la poesía no se ha acabado, ¿Quién dice que del otro lado no hay libretas y plumas? Los veré en otro momento, seguiré escribiendo... para mi nueva vida.


Textos de Gilraen Eärfalas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora