Una carta a la ANOREXIA.

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Para mi querida y odiada amiga, te escribo esta carta sólo para decirte una cosa; no quiero verte nunca más, te quise y fuiste muy importante para mí en su momento, porque me tendiste la mano y dijiste quererme cuando nadie más lo hacía. Y aunque parezca una mala agradecida ahora ya no te necesito puedo cuidarme sola; te veo en todos lados y casi en todas las personas, a veces dormida, a veces despierta, pero el deseo profundo de perfección y la insatisfacción del obtenido puedo observarlo muy a menudo, sé que no quieres separarte de mí y que me necesitas para seguir cumpliendo tus objetivos y órdenes pero yo ya no te necesito, ni necesito que me órdenes, mi vida es mía y la manejo yo, estoy harta de que no me permitas salir con mis amigos, que me insultes por aceptar un helado, es verdad que nunca me animé a soltarte y que siempre estuve insegura de dejarte. Pero hoy, aunque insegura como antes quiero decirte adiós, este último tiempo he estado aprendiendo a levantarme sola cada vez que me tirabas y no quedarme en el suelo pensando quién me podía ayudar, llegue a amarte y admirarte, también Iriarte y sobre todo parecerte, sin embargo, hoy esos sentimientos van disminuyendo cada vez más.

Esto mismo que te pido yo, sé que lo desean otras personas, tanto las que conviven conmigo como las que te padecen, sin embargo, no se animan a perdértelo porque es tan difícil hacerte frente, hasta que un día descubrimos que se puede.

No voy a confiar ciegamente en que no regresarás, porque conozco tu juego, tu manera de hablar y persuadir cuando quieres que te escuchen, pero si voy a confiar ciegamente en que puedo decirte que no. Gracias a mi fuerte, aunque a veces débil convicción de ganarte y a las personas que me guían hacia el lado de la vida.

Te lloré más de mil veces y sólo sonreía unas pocas, al ver que cumplía tus expectativas y de ninguna de las dos formas fui feliz, ni llorando por mostrarme más gorda que cualquiera, ni riendo por mostrarme algunos huesos asomados en la piel, así es que descubrí que ser feliz es ser y no aparentar, que ser feliz es mirar lo que hay dentro y no lo que hay fuera, que ser feliz es amar y amarse.

Sé que aún no estás lejos de mí y que planteas quedarte. Pero lo bueno de esto es que yo no planeo quedarme contigo, no planeo renunciar a mi vida... ni una vez más, no planeo renunciar a todos los buenos momentos, ni tampoco planeo alejarme de las personas que amo por acercarme a ti, sólo quiero ir al café un par de tardes con mis amigas y no sentir dolor en la garganta al darle un sorbo a mi café dulce.

Te perdono. Pero sobre todo... me perdono. A veces no sabía el daño que me estaba haciendo y me convencía de que tan mal no me estaba sintiendo, pero me equivoqué, por eso hoy me perdono, fue un placer conocerte. Si, un placer conocerte, he aprendido más cosas de las que nunca imaginé. Gracias, porque me tiraste y aprendí a levantarme, porque me humillaste y a prendí a valorar, porque odiaste y.... aprendí a amarme.

Te digo adiós una vez más, y te vuelvo a recordar que ya no te necesito... ¡A! Y por favor, no me llames más "princesa" prefiero ser una simple plebeya, pero dueña de mi vida.

La anorexia no es producto de la fantasía, es muy real... es tangible, tiene voz, una muerte silenciosa pero segura, la cual no te deja ver lo que realmente está pasando en tu interior, la que distorsiona tanto tu imagen frente al espejo que hace que llegues a odiarlo y a odiarte a ti misma por no ser tan delgada, por no sentir tus huesos al sentir tu piel, por no tener una piel tan pálida y fría. Es como si tuvieses un demonio dentro de ti que todo lo que te dice es que todo lo que vez frente al espejo está mal, que tienes que perder tu cabello, tu dentadura, tu piel tersa y tibia, tu sonrisa y.... hasta tu propia vida.

Al principio crees controlarlo todo, crees que ella aún no te maneja del todo y que puedes comer cuando quieras, y puedes hacer lo que quieras, que aún tienes las fuerzas para controlar tu vida, pero después cuando pasan los días te das cuenta de que estas atrapada, que caíste en aquel juego que creías controlar, y que en aquel momento en que dejaste de vivir para sobrevivir tu ya le pertenecías, habías perdido el juego contra ella, llegas a creer que es tu mejor amiga, que es la única que te escucha y que es la única que quiere lo mejor para ti, pero no es así... una amiga no deja que te destruyas a ti misma sólo por complacerla, llega un momento en que todo se encuentra fuera de control, tu vida ya no es la misma, todo ha cambiado, ya no eres la chica alegre y sonriente que solía ser, has perdido tu fuerza, eres tan débil que no logras sostenerte en pie por unos minutos, te sientes tan vacía, dejas de dormir, te cuesta respirar, pierdes tu cabello, apartas a todos aquellos que lo único que quieren es ayudarte, te vas quedando sola poco a poco, apartando a todos y llegas a perder todo aquello que un día amaste. ¿Y para qué? Para llegar a ser esa chica delgada y perfecta a la cual terminó sola, triste y destruida, a la que el miedo le empezó a consumir cada día, ese miedo de no saber si un día amanecerás muerta o te quedarás ahí, sola, tirada en la calle.

La enfermedad te empieza a consumir cada vez más, tanto que no te das cuenta en la situación en la que te encuentras. Toda tu vida ha cambiado, todo se vuelve un caos, hay voces en tu cabeza que no te dejan descansar... esas voces que te dicen que no lograrás escapar de ellas y que les vas a pertenecer hasta el día de tu muerte por más que intentes escapar de ese juego no podrás, tratas de no escuchar, pero siguen ahí, gritándote, y tú lo único que quieres en ese momento son esas voces fuera de tu cabeza... Y pensar que todo esto comenzó como un juego que creías controlar, pero que al final, terminó destruyéndote la vida.



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