Hay días en que lo ves todo negro.
El despertador no suena. No encuentras la pareja de los calcetines y te toca ir con uno de cada. Justo cuando llegas al semáforo se pone en rojo. Alguien se choca contigo en la calle y ni siquiera te pide perdón. Suspendes un examen. Pagas tu mal humor con quien no lo merece. Y a estas alturas tu día ya es por lo menos gris. Las bromas dejan de parecerte graciosas. Hace demasiado calor, frío o viento. Te dan calabazas. Tu gato te araña. Llegas a casa y no puedes comer lo que te apetece. Quieres ducharte y no hay agua caliente. Ahora tu día es mucho más oscuro. Lloras por cualquier bobada o eso parece. Gritas porque no sabes qué has hecho para que el karma o los dioses se ensañen contigo de esa manera. Buscas el silencio pero sólo encuentras ruido. Rezas para que se acabe el día y poder ser una persona normal pero el sueño no acude. Probablemente otra persona pague su mal humor contigo; ya sabes, el pez que se muerde la cola. Y ahí sí, ya lo es: un día completamente negro.
¿Pero sabes qué? El negro no es más que otro color, resultado de la mezcla de los tres primarios. Puede que no brille tanto, que no tenga tanta vida, pero así son las cosas. Y a veces se juntan demasiadas y sale el negro, no pasa nada. También tiene su lado bueno.
Porque forma parte de las cosas, o si no que se lo digan a Peter Pan mientras busca como loco a su sombra; porque como dice una canción que me gusta mucho: «la oscuridad nos recuerda dónde podría haber luz». Me gusta el negro. Porque sí.Tú decides cómo ves los colores.