8. Cosas de hermanos

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LOUIS LLEVABA EXACTAMENTE dos minutos dentro del agua, cuando no resistió más y salió a tomar una gran bocanada de aire.

Una de las cosas que más disfrutaba era la tranquilidad que lo invadía al estar debajo del agua. Ahí el mundo se volvía de pronto silencioso y podía escuchar con mayor claridad sus pensamientos. El problema era que en ese momento necesitaba no pensar en nada. Quedarse totalmente en blanco, cosa que le fue imposible. En realidad, estaba haciendo todo lo contrario.

Hubiera roto su récord de 2 minutos con 15 segundos si no fuera por la imagen que repentinamente había cruzado su mente. Como si la sola acción pudiera llevarse el recuerdo, sacudió la cabeza quitándose el gorro de látex y los lentes protectores. Sintiendo agotada cada parte del cuerpo, salió de la piscina y tomó la toalla para secarse. Gotas de agua corrían por su piel oscura y su cabello negro crespo.

Esperaba encontrar a alguna admiradora fisgoneándolo, pues, aunque no lo admitiera, le gustaba la atención de todos, pero para su pesar, las gradas estaban vacías, y de esa forma se sentía en ese momento. En días como ese, ningún grado de reconocimiento podía satisfacerle lo suficiente. Acababa de coronarse ganador de la competencia de 500 metros libres, pero algo dentro de él le impedía sentirse feliz o realizado, todos los del equipo de natación habían elogiado su velocidad y resistencia, y las chicas gritaban como locas en las gradas, mas no se sentía tan bien como debería haberlo estado. Quería celebrarlo con alguien, alguien a quien le importara; con sus mejores amigos, por ejemplo, pero sabía que ya no los tenía. Desde que Alan desapareció, su relación con Caroline se había fragmentado considerablemente hasta el punto de apenas saludarse en los pasillos o en el salón de una clase en común. Sin Alan, el pequeño grupo se había disuelto y, desde entonces, la natación había pasado de ser un pasatiempo a un refugio. Necesitaba mantenerse en movimiento para escapar de los flashbacks que venían a su mente por casi cualquier cosa. Necesitaba mantener a raya todo lo relacionado con Alan, si no se desmoronaría por completo, y eso era algo que no podía permitirse.

Se dirigió a paso lento hacia los vestidores, que, para su sorpresa, también estaban desiertos.

«¿A dónde ha ido todo el mundo?».

Se metió directamente en la primera ducha que vio. Odiaba el olor del cloro de la piscina en su cuerpo. Antes buscó en el casillero una muda de ropa limpia y sus zapatos Nike que dejó en un sillón de madera fuera de las duchas. Cualquiera preferiría Adidas, pero había sido un regalo de Alan justo el día en que se convirtió en líder del equipo de natación, y los cuidaba como un tesoro sagrado. Como si se tratara de algo automático, al abrir la llave del agua, también lo inundó el recuerdo de ese día.

—Pensé que no ibas a venir —dijo Louis en shorts, al tiempo que sostenía un vaso rojo que, según él, contenía jugo de limón.

Por pura casualidad, había escuchado el timbre de la casa por encima de la música tecno y el alboroto que tenían sus compañeros del equipo de natación. Frente a él, y bajo la luz naranja del sol que se ocultaba, Alan tenía un aspecto cansado y sudoroso.

—Sabes que no me gustan mucho las fiestas —dijo con una mueca de disculpa y se encogió de hombros—. Pero, de todas formas, no podía dejar de felicitarte por lo de hoy —añadió mostrándole a Louis una caja cuidadosamente envuelta en papel de regalo.

—Sabes que no tenías que hacerlo —dijo Louis por pura educación.

—Y tú sabes que no me engañas. Vamos, sé que quieres tomarlo —respondió Alan acercándole el regalo.

GUARDAR UN SECRETO (VANDER 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora