27. Asuntos turbios

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CAROLINE ENTRÓ A SU CASA SINTIÉNDOSE PERTURBADA Y HÚMEDA. Y no en el sentido que cualquier morboso pensaría.

Había salido a trotar temprano en un intento por despejar la mente, pero no había resultado en absoluto. No cuando pasaba por un lugar y todos la miraban y cuchicheaban. El vídeo de su "refrescante" baño ya estaba en la app del instituto.

—¿Alguien en casa? —preguntó dejando las llaves en la mesa.

Nadie respondió. Caroline suspiró, aliviada.

Se dijo que debería quitarse esa ropa apestosa a sudor y desesperación, pero en lugar de eso, se lanzó sin cuidado sobre el viejo sofá de la sala.

No sabía cómo sentirse en ese momento. Tenía la mitad del dinero, lo cual era bueno, pero no quería ni pensar en lo que tendría que hacer para conseguir la otra mitad. Por no hablar de Ruby, que había prácticamente sepultado y echado tierra sobre su amistad, o bueno, la amistad que alguna vez creyó tener con ella.

Comprobó si tenía alguna respuesta de Chad, pero había dejado todos sus mensajes del día anterior en visto. Como si alguien estuviera empeñado en no hacerla descansar, el timbre de su casa sonó.

Se levantó y caminó perezosamente hasta la puerta. Un hombre de mediana edad y con una braga azul la esperaba afuera con un sobre en la mano.

—Entrega para Caroline Martin —anunció sin mucho afán.

—Soy yo.

—Firma aquí.

Caroline tomó la tabla y firmó comenzando a sospechar. Sin mediar palabra, el hombre le entregó el sobre y se giró para dirigirse a la van estacionada al frente.

—Espere, ¿Quién ha enviado esto?

El hombre consultó perezosamente la tabla por un momento y luego le dio una mirada cansina.

—No dejó un nombre completo. Solo firmó como "Vander".

Caroline le dio una mirada rápida al sobre. Era exactamente igual al que ella se había "enviado" a sí misma. Se fijó en la van. Era la misma compañía.

—¿Entonces no sabe quién lo envió exactamente?

—Es lo que acabo de decirte, niña —respondió el hombre sin darle la cara.

Caroline volvió adentro. Estaba dispuesta a averiguar que había dentro cuando su teléfono sonó. Era una llamada entrante de Chad. Como si se tratase de un dios, Caroline tiró el sobre en el sofá y contestó.

—¿Chad? Te he dejado mensajes durante el todo el día. Me siento como una estúpida por lo de ayer. ¿Podemos vernos ahora?

Caroline... —Chad le hablaba entrecortado.

Podía escuchar su respiración agitada al otro lado, como si estuviera corriendo.

—¿Estás... bien? —Caroline comenzó a preocuparse.

—¿Tú estás bien?

Caroline quiso reír. Bueno, he tenido mejores días en los que no he tenido que bañarme en la fuente del pueblo en bragas frente a todos... pero, ¡gracias por preguntar!

—Estoy... estoy bien —mintió mirando de reojo el sobre—. Pero tú me preocupas. ¿Sigues en tu trabajo?

No. Solo quería asegurarme que estabas bien.

—¿Por qué? —Caroline pasó de la preocupación al pánico—. ¿Qué está pasando?

Nada —La falsa seguridad que Chad intentaba reflejar en su voz no ayudó a que Caroline se sintiera mejor.

GUARDAR UN SECRETO (VANDER 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora