Capítulo 4

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VANESSA

Dirk y yo nos encontramos en nuestra hora de comida, estamos en una cafetería que está cerca del trabajo y al parecer todos vienen aquí, tienen el mejor chocolate caliente y las mejores bebidas, siento mi celular vibrar y miro que son notificaciones de messenger, tomo el celular para ver lo que es.

Ayla: Chicas...
Yo: ¿Y el otro grupo?
Yo: Digo, tenemos un grupo con todos.
Ayla: Es cierto.
Ayla: ¿No puedo crear otro?
Yo: No es para tanto, Ayla, ¿qué pasa?
Ayla: ¿Nos podemos ver ahora?
Yo: Claro, ya en la tarde que me desocupe del trabajo.
Ebba: Lo mismo digo.
Ayla: ¿Y qué hora es esa? Estoy libre a las seis.
Yo: A las seis está bien.
Ebba: Igual.

¿Por qué crea otro grupo y solo estamos las tres y no está Gala?

—Tierra llamando a Vanessa —miro a mi compañero y le saco la lengua como toda una adulta que soy—. No sé por qué pensé...

—No lo tienes que decir —le guiño el ojo y se ríe.

—En serio, nena, eres una diosa, pero ya se acabó nuestro tiempo de comida y el deber llama —me guiña el ojo como una diva y continuamos con el trabajo.

Con el tema del chico nuevo, mi mamá me contó que el chico superó la prueba y lo tiene en su equipo, al parecer duró una hora en darse cuenta cuál era el error, así que mi mamá no tardó en aceptarlo en su equipo.

***

— ¿Qué hiciste qué? —Ebba y yo preguntamos sorprendidas mirando a Ayla y está con la cabeza baja.

—Solo fueron tres veces, quería experimentar, probar nuevas cosas, posiciones, algo que con Gala no hacíamos —se justifica.

—Y para eso existe la comunicación en una relación, Ayla —dice Ebba.

—Tiene razón, se lo tenías que decir a Gala, ella no se merece que le hicieras eso —digo y Ayla levanta la cabeza para mirarme.

— ¿Tú me dices eso? —suelta una risa falsa, la miro confusa—. Ni siquiera sabes de relaciones —escupe como intentando que me sintiera ofendida.

— ¿Qué mierda te pasa? —pregunto muy confundida.

—Ayla, tienes que calmarte, aquí no te estamos juzgando —intenta calmarla—. Solo te estamos diciendo que Gala no se merecía esto, si tanto querías experimentar, se lo tenías que decir y ya —suspira Ebba.

—Hablas de comunicación de una relación, cuando Cassian te engañaba todo el tiempo —suelta bruscamente, Ebba la mira dolida.

— ¿Qué diablos pasa contigo? —le pregunto molesta—. No tienes que sacar ese tema y mucho menos lastimar a una amiga así —suelto realmente molesta y decepcionada.

—Yo mejor me voy —dice Ebba y toma su bolso—. Te quiero, pero nunca me vuelvas a hablar —dice muy decidida y se va.

— ¿Por qué haces eso, Ayla? ¿No ves que solo te queríamos ayudar? —pregunto mirándola.

—Y lo dice la chica que dejó ir al chico y lo sigue esperando, la que se cree hermosa, la dueña de todo el mundo, la diosa para todos los hombres —escupe de mala gana—. La que se cree la gran cosa, pero tiene una autoestima de mierda —mira con una sonrisa malvada.

—Puedo tener una autoestima de mierda, pero nunca le sería infiel a la persona que amo —tomo mi bolso para ponerme de pie y dejar el lugar—. Cuando te des cuenta de que la tal Bianca no vale ni la mitad que vale Gala, no vengas con nosotras para llorar —me acerco a su lado y ella se aparta—. Sola te quedas —le digo fríamente y ella me mira, me mira perdida y emputada.

—Eres patética —se ríe—. ¡Vanessa Leyva es una patética! —grita haciendo que todos nos miren.

La miro decepcionada, muy decepcionada y me voy del lugar, camino hacia mi auto y me encuentro con Ebba esperándome, me acerco a ella y la abrazo.

—No tenía que decir eso —susurra dolida—. No sé qué le pasa Ayla.

—Está perdida —susurro acariciando su cabello.

Llego a mi casa después de todo el desmadre, lanzo el bolso en el sofá de mi habitación y voy directo al baño a hacer pis.

— ¡Hermanita! —escucho a mi hermano.

—En el baño—hablo lo suficientemente alto para que me escuche y lo hace porque abre la puerta del baño, lo bueno es que ya me estoy lavando las manos—. ¿No sabes tocar? —le pregunto divertida secándome las manos.

—Dijo nuestra mami —dice en un tono chipilón y me rio, en la casa todos hablamos en español, para no perder la costumbre—. No te rías, burra —dice infantil, Vladimir es el hijo mayor, me gana con cuatro años, Valeria me gana con dos años y estoy yo, la pequeña, pero la más madura.

—Yo digo que mejor salgamos del baño —salimos del baño, me siento en mi cama y mi hermano hace lo mismo.

—Dijo que te recordara que hoy es el evento del trabajo —casi me da un infarto, cada cuanto tiempo hacen una fiesta en el trabajo, es una fiesta donde todos llevan su familia, bueno, no todos solo los trabajadores con antigüedad y mis padres son unos de ellos.

—Mierda —susurro y mi hermano se ríe.

Por primera vez miro su vestimenta y lleva un traje negro haciendo juego con su cabello negro un poco largo, no le llega a los ojos caramelos, pero sí en la frente y está hecho un desmadre pero bonito, es el más moreno de nosotros, yo soy morena clara, mi hermana morena canela, siempre nos burlamos de que él fue el experimento de mis padres y luego nosotras somos la creación correcta de ellos.

—Dijo que ellos nos iban a esperar, ya que están comiendo con unos amigos —me deja sola en la habitación.

No tengo nada que ponerme, así que tomo lo primero que encuentro, un vestido de Channel rojo que me llega hasta la mitad de los muslos, unas zapatillas negras... Nah, mentira, tengo ropa para esos eventos, pero no sé qué ponerme, si, los nervios están hablando.

—Sabía que ibas a ocupar mi ayuda —dice mi hermana entrando a la habitación.

Y ahí está Valeria, con su cabello negro hasta las caderas bien cuidado, sus ojos cafés oscuros, ella heredó los ojos de mi papá, mi hermano los de mi mamá y yo, ya lo saben.

—Justo lo que necesito —dejo que me arregle.

Durante el proceso no dejo de mirarme al espejo, sé que tengo la autoestima de mierda, pero no por eso me dejaré pisar por todos y por mí, es bueno tener la cabeza en alto pensar y creerte lo mejor de este mundo.

—Como reina —dice y pienso lo mismo, mi hermana mide 1.75 y mi hermano 1.87, mi estatura se debe porque mi bisabuela era de mi misma estatura—. Envidio tus ojos —dice y me rio.

—Y yo tu estatura —nos volvemos a ver en el espejo.

Me encantan los vestidos, claro que el de ella es un poco serio porque es mayor y yo llego algo de acuerdo de mi edad, espero.

— ¡Amores! —grita mi hermano desde el primer piso y sabemos que se nos hace tarde, tomamos nuestros bolsos y salimos de la habitación.

—Lo bueno que ninguna tiene novio —dice afortunado cuando nos ve y nos dirigimos a la fiesta.

VESTIDOS

VESTIDOS

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Amores InfernalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora