Capítulo 20

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VANESSA

Respiro profundo y abro la puerta para encontrarme a Samuel, hago una mueca y él se ríe.

—Ebba me invitó —se encoge de hombros—. Por cierto, te miras hermosa y a Adler le dará un infarto —se burla y lo dejó pasar.

—Están en la habitación, pero puedes gritar —le guiño el ojo.

—Suerte —me deja un beso en la mejilla de modo despedida y salgo de la casa, cosa que me arrepiento de hacerlo porque lo miro.

Lo miro saliendo de su auto, estudio su ropa, joder, la camisa marca su perfecto abdomen, uno que toqué y me encantó, siento más mis nervios que antes.

Camina hacia mí con una sonrisa de lado, yo esperaba el cabello verde, porque no estoy preparada para estar con un hombre así de sexy.

—Al fin, Vanessa Leyva se ha quedado callada —y rompió el hechizo.

—Idiota —sonrío y él asiente divertido.

—Vamos antes de que mis ojos miren esos hermosos par de ojos que tienes —me toma de la mano.

—Te recuerdo que mis ojos están más arriba —rio y me guiña el ojo.

—Lo sé.

Caminamos hacia su auto, abre la puerta del copiloto y entro, su auto huele a él, intento no inhalar demasiado, para que no piense que soy acosadora.

ADLER

Noto que inhala profundamente y trato de no reírme, manejo hasta llegar a un lugar muy conocido por ella, pero sé que es su lugar favorito.

—Pensé que ibas a llevarme a un lugar diferente —tomo su mano cuando me la ofrece para ayudarla salir del auto.

Ya es una costumbre y no nos molesta en absoluto, miro el anillo que le regalé y una idea cruza por mi mente, pero la borro rápido, todavía no quiero pensar en eso.

—Si te molesta, nos vamos —cierro la puerta y caminamos.

—Sabes que me encanta este bar —me sonríe.

Entramos al lugar que está un poco vacío y tomamos asiento en una mesa disponible.

Guten Tag, ¿qué desean ordenar? —pregunta el mesero y ordenamos.

— ¿Sorprendida? —me burlo.

—Muy sorprendida —me saca la lengua de forma infantil, llevo mi mano hacia la suya y la acaricio.

—Esto solo es el comienzo, mami.

—Ni creas que iré a un hotel —quita su mano y rio.

—Si ese fuera el plan, no estuviéramos aquí.

—Algo me dice que te tengo que creer —rueda los ojos.

El mesero deja nuestra comida y nos ponemos a comer, a veces me mira y desvía la mirada cuando la atrapó viéndome.

—Estoy llena —anuncia y me rio cuando miro su plato vacío.

Amores InfernalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora