Capítulo 30

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VANESSA

—Buenos días, dormilona.

Su voz me hace sonreír medio dormida, abro los ojos para encontrarlo bañado y con ropa.

— ¿Qué hora es? —pregunto mientras estiro mis brazos.

—Hora de bañarse —señala la puerta del baño—. Ve a bañarte, ahora desayunamos en el balcón —me guiña el ojo.

Me levanto de la cama sin tapar mi cuerpo desnudo y camino hacia el baño.

—Lástima que ya te bañaste —digo de espaldas y escucho su risa.

—Me concentraré en el desayuno.

Escucho que sale de la cama y me doy un largo baño.

ADLER

Preparo el desayuno aunque sean las dos de la tarde, lo bueno es que ahora es domingo, lo malo es que mañana veré a mis suegros en el trabajo y se darán cuenta de algún detalle.

Coloco los hot cakes, miel, mantequilla y dos tazas de café en la bandeja, camino con cuidado al balcón, dejo los platos en la mesa redonda justo a tiempo que Vanessa sale del baño.

—Qué romántico —dice mientras se acomoda el pants que me robó y camina hacia la mesa.

—Todos los días es para ser romántico —le guiño el ojo y ella niega divertida.

—Por favor, déjame descansar de tanto sexo —se queja tomando asiento.

—Eso te debería decir, mami —le acerco la miel y ella la acepta.

—Entonces ya no tendremos sexo —sentencia y me rio.

—Tú sin sexo, es como si no vivieras.

—No sé por qué esperé tanto para tener sexo —confiesa y me rio.

—Tenías miedo al monstruo que te convertiste —le sigo el juego y ella me saca la lengua de forma infantil—. Se me olvidó, el azúcar para el café, tú sigue comiendo.

Me pongo de pie y camino hacia el cuarto, Vanessa me está dando la espalda, abro el cajón donde guardo mis camisetas y saco una caja pequeña.

—Pero no le ponemos azúcar al café —dice extrañada.

Camino hacia mi silla que está enfrente de Vanessa, me pongo de rodillas y le enseño la caja.

—Adler —levanta la cabeza extrañada y deja su tenedor en el aire al verme, le sonrío de lado.

Abro la caja mostrando el anillo, tiene un zafiro en el centro y otros pequeños con forma de una hoja, el contorno del anillo tiene pequeños diamantes.

—Desde que te vi con el anillo de mariposa que te regalé, siempre supe que lo iba a acompañar un anillo de compromiso —digo tratando de sonar romántico—. Siempre supe que tú eres la indicada, pero teníamos que esperar para hacer nuestra vida juntos y aquí estamos, desayunando a las dos de la tarde, los dos con pants y sudadera, en este día nublado y lloviendo chocolates.

Amores InfernalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora