Capítulo 14

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EBBA

—Espero que te gustó el restaurante.

—Estuvo bien, pero no me dejaste pedir postre —hago un puchero y él se ríe.

—Es que el postre es en otra parte —dice coqueto y ruedo los ojos—. Eres una sucia —se ríe y lo miro.

—Claro que no, fuiste tú el sucio, pon atención en el camino —miro el pasaje, salimos hace media hora—. ¿A dónde vamos? —pregunto porque veo que nos alejamos de todo.

—Es un secreto, descubrí un lugar que está muy bonito —dice tranquilo.

—Espero llegar sana y salva a mi casa —digo lo suficiente alto para que mi compañero escuche y se ríe.

—Claro, déjame tu vida en mis manos —noto su sonrisa y miro hacia la ventana.

Sale de la carretera y vamos por un sendero que apenas pasa el auto, los pinos están demasiado cerca, tanto que puede tocarlos si saco la mano por la ventana, frena con cuidado y lo miro confundida porque estamos en medio de la nada.

— ¿Confías en mí? —pregunta mirándome a los ojos y me rio.

—Claro que no, pero aquí estoy.

—Por algo se empieza —me guiña el ojo, saca una venda negra—. Tengo gustos raros para el sexo, espero que no te moleste —dice muy serio sin dejar de mirarme.

Miro la venda y a él con el ceño fruncido.

—No sabía que te gustaba el sexo en el bosque —sigo su juego.

—Es lo más natural que hay —me guiña el ojo y nos reímos—. Tengo una sorpresa, pero necesito vendarte los ojos.

—No me queda opción —me acerco lo que el espacio me permite y él también, siento sus dedos que rozan en mis mejillas.

SAMUEL

Le pongo la venda, la ajusto bien, ya que no quiero que mire el lugar bonito, que espero que Adler lo dejó al cien.

— ¿Miras algo? —paso la mano enfrente de ella.

—No —niega.

Salgo del auto, abro su puerta y la ayudo salir.

—No voy a dejar que te caigas.

—Muy considerado de tu parte —dice irónica.

Caminamos con cuidado hasta ver un pícnic lleno de postres, la vista es hermosa, estamos en lo alto, con un cielo lleno de estrellas y la ciudad abajo.

Me pongo detrás de ella y quito la venda con cuidado, escucho su pequeño grito de sorpresa y mira todo con detalle.

— ¿Te gusta? —pregunto, en verdad Adler dejó todo muy bien, pero espero la respuesta de mi compañera que sigue dándome la espalda.

—Claro que sí —dice sorprendida y sin darse la vuelta.

—Pues a disfrutar de los postres —camino hasta sentarme en la manta y espero que ella haga lo mismo.

—Esto es el paraíso —murmura mirando los diferentes postres y me rio.

—Luego no te quejes de que no te doy postre —le sonrío.

—Claro que no —toma un trozo de pay de chocolate—. Si no agarras algo, me comeré todos los postres.

—Suena a advertencia —digo divertido y tomo una fresa con chocolate.

Amores InfernalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora