Taehyung es un chico encantador quien siempre le encuentra el buen sentido a la vida. Un día, tras romper todo tipo de lazos con su ex pareja decide no derramar una sola lágrima más por él y gasta todos sus ahorros en un novio robot con la intención...
Jungkook se sentía extraño. No entendía lo que estaba sucediendo. Las cosas con Taehyung estaban yendo de una manera extraña. A veces estaban bien, como siempre, y otras; simplemente, Taehyung lo hacía a un lado, evitaba las charlas, el contacto físico e incluso le impedía el entrar a la habitación.
Jungkook no lograba comprender qué era lo que estaba ocurriendo. En su extensa y actualizada base de datos no había este tipo de situaciones registradas. Simplemente la actitud de Taehyung cambiaba de la noche a la mañana, así como cuando salían en citas dobles, Tae actuaba tan cariñoso y juguetón con él, pero cuando volvían al departamento volvía a ser callado y a centrarse únicamente en su teléfono.
Jungkook quería saber qué era lo que hacía en ese maldito celular suyo. Lo estaba volviendo loco.
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Sus pulgares se movían veloces sobre la pantalla, presionando tecla tras tecla, redactando un nuevo mensaje. Al igual que sus ojos iban de izquierda a derecha, leyendo cada párrafo atentamente, con sus cejas fruncidas ante la concentración que tenía.
Él realmente se estaba esforzando, aún sabiendo que todo esto le estaba trayendo problemas con Jungkook. Podía notarlo, era consciente, pero justo ahora Jungkook no era ni de cerca su prioridad. De todos modos, no importaba lo que Taehyung hiciera o dejara de hacer, Jungkook no va a dejar de quererme. Para eso estaba programado después de todo, podía dejarlo de lado un tiempo.
Su teléfono timbró nuevamente, apareciendo una notificación en la parte superior de su pantalla. Un mensaje cortó que no alcanzó a leer, proveniente de un número sin registrar.
Detuvo su teclear por un momento, debatiendo si debía abrir esa desconocida conversación o ignorarla y seguir en lo suyo. Y tras pensarlo un poco, decidió abrirla.
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Taehyung se sentía nervioso, con la temperatura corporal algo helada y con aquel ansioso juguetear de sus dedos se acercó a la entrada de la biblioteca escolar. Jimin le había pedido un poco de tiempo para charlar juntos. Sabía que Jimin iba a hablarle de Yoongi y su extraña condición. Sabía que el tiempo estaba corriendo para todos y se sentía tan presionado que un nudo en su estómago lo hizo sentir náuseas repentinas.
Inhaló profundo un par de veces, tratando de tranquilizarse y darse ánimos para entrar. Cuando creyó estar listo, colocó su usual sonrisa geométrica para no levantar sospecha y con paso calmado se hizo camino hasta la mesa donde su amigo lo esperaba. Sin embargo, no importó que tan alegre actuara Taehyung, la mirada devastada de Jimin lo hizo temblar, su fachada se desmoronó y sintió que no podía seguir actuando así cuando su mejor amigo lucía tan deprimido.
—Desahógate hermano —le dijo, permitiendo que Jimin dejara salir todo lo que inundaba su mente, todo aquello que le hacía presión en el pecho y todo lo que abrumaba su día a día. Las lágrimas no tardaron en caer desde los ojos avellana de Jimin, haciendo que lo poco de estabilidad que quedaba en Taehyung se rompiera y él también comenzara a llorar.
Muchas cosas pasaron por su mente mientras abrazaba a Jimin, mientras lo escuchaba hablar entre llantos, mientras acariciaba su delgada espalda que subía y bajaba con espasmos, sentiendo su hombro empaparse.
¿Qué debería hacer?
Tenía miedo de que sus buenas acciones se confundiesen con traiciones. Tenía miedo de arruinar más la situación.
Quizá sólo estaba siendo entrometido.
Quizá estaba haciendo cosas que no debía nuevamente.
Quizá estaba pensando de más.
Quizá... no tenía idea de lo que estaba haciendo.
Y cuando regresó a casa y miró a aquel sonriente Jungkook que a pesar de su frialdad en los últimos días, seguía esperando frente a la puerta por su llegada, con ojos brillantes llenos de anhelo, sintió su pecho doler. Pensó en tantas cosas que solamente lo hicieron sentir ganas de llorar una vez más.
Entonces simplemente lo abrazó. Envolvió sus delgados brazos en la cintura del pelinegro y escondió su rostro en la curvatura de su cuello. Jungkook se sorprendió por un segundo pero inmediatamente correspondió al gesto, sonriendo enternecido para después depositar un beso en su cabellera.
—¿Qué pasa amor? ¿Hm?
—No es nada... sólo que... te amo mucho —respondió, con un tono que denotaba timidez que escondía a la perfección su tristeza y culpabilidad.
Jungkook se apartó de sus brazos, haciéndolo salir de su escondite. Le tomó de la mano y le condujo a la habitación mientras le decía cosas bonitas como que le daría mimos hasta verlo feliz, lo cual hizo que el corazón de Taehyung se estrujara.
Se sentía mal consigo mismo.
Y mientras estaban recostados juntos en la cama, él con la cabeza sobre el pecho de Jungkook y éste acariciando su brazo y a veces su cabello, sintió que no lo merecía. También por su mente cruzaron muchas cosas; entre ellas Jimin, rememorando lo mucho que su rubio amigo había cambiado, lo mucho que él había sufrido y lo feliz que se veía por fin de tener a alguien a su lado. Para luego recordar que ese único amor que Jimin recibía estaba a punto de dejarlo como los anteriores lo habían hecho. Pensando en que su amigo estaba viviendo felizmente por primera vez en su vida con una pareja y que en cualquier momento esa felicidad sería arrancada sin remordimiento. Entonces pensó en sí mismo, sintiéndose mal de ser más feliz que Jimin, de él sí saber lo que era una relación e incluso una ruptura. De poder tener un robot de pareja que no se iría de su lado en ningún momento.
¿Quién soy yo para ser más feliz que él?
Sus ganas de tomar su teléfono y comenzar a seguir mandando mensajes volvieron. Quería darle solución a esta situación lo más pronto posible. Quería ayudar pero sentía que nada estaba avanzando. Ni siquiera podía hablar con Jungkook acerca de Yoongi, no quería preocuparlo. No quería ver cómo Jungkook se hacía la idea de que posiblemente perdería a su querido amigo. Toda esta situación solamente podía arreglarse si él hacía algo. Sin embargo, la presión lo abrumaba porque no sabía exactamente qué hacer. No sabía siquiera si las ideas que cruzaban por su mente iban a surtir efecto.
