1. Sobre El Pasto.

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Montgomery es un pequeño pueblo, no podría llamarlo ciudad. Apenas tenemos un cine, dos talleres mecánicos, cuatro restaurantes, tres iglesias, cero hospitales, seis tiendas de conveniencia, una biblioteca, un colegio para cada nivel educativo, una estación de bomberos, y una estación de policía, en realidad es un pueblo pequeño. Puedes salir y recorrer caminando la ciudad de punta a punta en menos de 6 horas sin problema. El tráfico tampoco es una molestia, jamás encontraras filas largas y jamás tendrás que esperar por un lugar de aparcamiento. Es muy probable que al salir a recorrer la ciudad te encuentres a tus amigos en el camino, aún sin ser esa tu intención.

Yo: Kiel Malkasten, nací, crecí, y seguramente moriré en Montgomery, así lo pensé siempre, y no tengo problema con ello. Muchas personas se van del pueblo, dicen que es demasiado pequeño, que no es lo suficientemente atractivo, que jamás podrán encontrarse a sí mismos en un lugar tan pequeño. Mi madre fue una de esas personas, no pude entenderla en aquel entonces, y ahora tampoco quiero culparla, ella jamás perteneció a las pequeñas ciudades, a los pueblos olvidados en medio de la nada, jamás pudo encontrar su lugar entre los habitantes, simplemente fue así.

Era domingo, casi todo el pueblo estaba en la primera misa del día, mi padre me había permitido faltar a ese ritual dominical que ambos compartíamos desde casi siempre. El único día que podíamos desayunar juntos era el domingo, ir a misa y después de eso iríamos al cine o a comer alguna porción de waffles o panckes, un par de bromas, hablar de algún partido de fútbol, y de nuestra semana.
Yo le diría que no estoy entusiasmado por el período de exámenes, que mi maestra sigue fumando mientras nos explica cómo su ex-esposo se llevó su juventud, su auto y su perro french poddle, que he aprobado todas las clases hasta ahora y que durante vacaciones planeo ayudarle en el restaurante.
Pero este domingo no será así, mi mejor amigo Julián se mudará a una ciudad vecina, más grande y más ruidosa. Han promovido a su padre y por fin... por fin podrá salir de Montgomery, la verdad es que Julián siempre soñó con una gran ciudad, es un soñador irrevocable... un joven pequeño con grandes sueños de grandes ciudades. Me alegro por él y por su familia, pero algo dentro duele mucho.

Apenas llego a la central de autobuses y allí están todos: Jessica la novia de Julián desde 4to grado llora desconsolada, su hermano y amigo nuestro Christopher intenta calmarla mientras ayuda al padre de Julián con las maletas, también están la madre y hermanos pequeños de Julián. Él se acerca al verme y me da un abrazo, nada propio de nosotros, pero la situación parece ameritarlo. No es una noticia nueva o inesperada, su padre estuvo buscando por años esta oportunidad, y sabíamos tarde o temprano que lo conseguiría.

— Creí que no llegarías a tiempo, maldito bastardo. — al fin afloja y termina el abrazo entre nosotros.
— No podría faltar a tu despedida, aunque no fue tan fácil llegar en bicicleta hasta aquí.

Jessica y Chris se acercan y los cuatro nos damos nuestro último abrazo grupal. La despedida fue rápida y aparentemente indolora, el resto del día transcurrió como cualquier otro domingo. Y no fue hasta la noche que comencé a echar de menos a Julián, pensaba en lo increíblemente falso que se sentía pensar en no encontrarme más con él en cualquier rincón del pueblo. Ese pensamiento llenaba mi mente mientras intentaba resolver mi tarea de química, sin duda el día de mañana sería mucho más extraño no encontrarlo en el comedor o en las clases de español y biología, que era las que compartíamos.

Mi padre interrumpió desde la puerta de mi habitación.
— Hey.
— Hey, ¿Cómo estuvo la misa?
— Lo mismo de siempre: no debes robar, nada de mentiras y todos arderemos en el infierno. — se sentó sobre la cama a mis espaldas.
— Eso suena horrible.
— ¿Cómo estuvo lo de Julián?
— Lo mismo de siempre: un abrazo, un hasta luego con sabor a un hasta nunca.
— Eso... suena horrible también.
— Lo echaré de menos. — y no mentía, y mi voz tampoco mentía al decirlo porque sonaba incompleta. Julián había sido mi mejor amigo por mucho tiempo, y fue mi único amigo por mucho mucho más tiempo.
— Estarás bien, ya harás nuevos amigos, con suerte el próximo año podrás largarte de aquí y no mirar atrás.
— Si, tal vez.
— Podrías empezar por acercarte al nuevo chico, el hijo de la familia que se ha mudado. Hoy se presentaron durante la misa, parecen ser... amables. Son nuevos en el país y seguro que no les vendría mal hacerse de algunos amigos. — se puso de pie y se estiró hasta que su cuello hizo un chasquido singular. — te concedo el permiso para hacerte de algún nuevo amigo. — dijo mientras salía de mi habitación y cerraba la puerta detrás.

Bleiz FeralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora