13. Cuentos Para Niños.

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Bajé del auto que estacione al otro lado de la calle, pude ver la puerta delantera abierta, las luces estaban totalmente apagadas, y el auto de Chris estaba mal aparcado en el pequeño lugar de estacionamiento de la propiedad. Antes de avanzar una sombra se movió hacia fuera de la casa, era un rostro y una voz conocida. No avanzó mucho más allá del patio.

— Kiel, Cuanto tiempo sin vernos. — saludó Summer, mientras yo me acercaba con paso firme. Podía sentir la rabia subiendo por mi garganta, tan amarga y áspera.

— ¿Dónde está Chris?.

— ¿Es ese su nombre?... Tu amigo ha decidido venir con nosotros por unas horas, mientras tu regresabas a casa. — observó el reloj que llevaba en su brazo izquierdo. — a tan solo unas horas de amanecer... ¿ese ritmo de vida te funciona? Supongo que estoy viejo ahora.

— Summer, ¿Dónde está Chris? — de un tirón violento lo sujete del cuello de su camisa hasta quedar solo a unos centímetros de distancia de su rostro. Claramente yo no representaba ninguna amenaza para él.

— ¿Quieres saber dónde está tu amigo? — con un ligero movimiento de cabeza señaló atrás mío — ¿por qué no se lo preguntas a él?.

A mí espalda, y a unos cuantos metros de nosotros, el lobo de Stellan caminaba sigiloso en nuestra dirección, gruñía mostrando los dientes, su lomo estaba totalmente arqueado y su pelaje podía apreciarse erizado sobre su piel, en ningún momento sus ojos ambarinos penetrantes dejaron de ver a Summer. Le lanzó un par de mordidas a manera de amenaza cuando estuvo a mi lado, sin detener su posición de ataque, se plantó justo a nuestro lado, gruñendo y rugiendo ante Summer. Solté el agarre que aún sostenía sobre Summer, me preocupaba que Stellan estuviera a tan solo unos centímetros de él.

— Solo dejen ir a Chris y váyanse, por favor Summer. Él no tiene nada que ver con esto. — le pedí con esperanza de que fuera suficiente para convencerlo.

— Tu amigo esta a salvo, duerme profundamente en aquel auto — señaló un auto azul a unas casas de distancia, acomodándose el cuello de su camisa. — puedes ir a comprobarlo tu mismo, cazar humanos no es nuestro trabajo.

— ¿Qué mierda?... — caminé con el lobo a mis espaldas hacia la dirección del auto, me acerque a una de las ventanas y pude ver a lo que parecía ser un hombre dormido sobre el asiento trasero, la figura coincidía con la de Chris aún con la oscuridad de la noche, y la pobre iluminación artificial podía alcanzar a ver sus deportivas rojas y su cabello rubio despeinado al otro lado. Respiré aliviado. — ¿Qué mierda fue todo esto Summer?.

Apenas me giré para volver con el hombre, pero antes de dar el primer paso a su dirección el inconfundible sonido de un cristal siendo destrozado me hizo reaccionar, retrocediendo en lugar de avanzar. Stellan había sido estrellado contra el auto de Bosco, se sacudía aturdido por el golpe, de su hocico brotaban hilos de sangre y saliva, bajó del cofre delantero del auto gruñendo, y con los ojos enrojecidos de ira, y apenas la última de sus patas estuvo en el frío asfalto, impulsó su peso hacia el frente y corrió furioso lanzándose a Summer. Jamás vi antes un animal tan feroz e implacable en su movimiento, un simple Impulso le bastó para llegar en segundos hasta el hombre, mordiendo y reventando violentamente piel bajo sus colmillos.

Summer alcanzó a golpearlo un par de veces en los costados, justo sobre las costillas, provocando que el lobo se retorciera de dolor en medio de su ataque. Corrí hacia ellos con las ideas y las emociones revueltas, solo podía pensar en los golpes que Stellan estaba recibiendo, en el dolor que debía atravesarlo con cada movimiento. El vínculo entre nosotros era débil, pero aún así era capaz de transmitir como un eco lejano las emociones y sentimientos de ambas partes, y yo podía sentir la rabia instintivamente animal y el miedo de Stellan. Y si para mí; Stellan era un bosque puro y sagrado, el miedo y la rabia eran una sombra que se extendía como la niebla, contaminando cada árbol, cada flor, cada fibra de aquel bosque, y yo me sentí pequeño frente a esa feroz tormenta de emociones ajenas pero a la vez tan propias como jamás entenderé, porque él era mío y yo era de él, y su emociones ahora me alcanzaban y me agobiaban tanto que dolía.

Bleiz FeralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora