Capítulo 26

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—¿Aún sigues pensando que perderé? —pregunto burlona a Justin.

—Debo aceptar que me sorprendes —dice incrédulo— ¿Y qué es eso? —señala la caja blanca entre mis manos.

—No lo sé —tomo la tapa para abrirla, al ver el contenido no pude evitar reír, eran las botas que había tirado el otro día.

—Está loco si piensa que tú usarás eso.

—Yo las compre —sus ojos se abrieron como platos,

—Imposible.

—De verdad, Justin —rio—. El otro día me había dicho que no era su tipo y las compre. Según él aun así seguía sin ser de su agrado y cuando llegué a mi casa las tiré enfrente de él cuándo me llevó —Justin niega con la cabeza.

—Ese tipo es mi héroe, ha pisoteado al grandioso ego de Jennifer Lennon. —dice burlón.

—Por ahora —sonrío—, porque me las cobraré todas.

—Ay, ahora si quedaste linda —la hipócrita voz de Kelsey, Dios... no se cansa— ¿Qué vendrá después? ¿Pantalones rasgados y chaquetas de cuero? —suelta una carcajada.

—¿Y ahora qué va, Kelsey? ¿El profesor de ciencias? O... ya sé. ¿Dos consoladores y un trío con el mejor amigo y hermano mayor de Austin? Lo zorra no se quita fácil, lo siento —digo apenada. Austin la mira sorprendido y ella solo se remueve en su lugar.

Sigo mi camino sin molestarme en voltear a admirar el espectáculo, no me interesaba ponerme a lidiar con ella ahora, tenía algo mucho más interesante que hacer.

Las clases pasaban rápido, me era difícil poner atención tratando de encontrar el motivo por el cual Ethan quería verme a la salida, siendo que no paraba de decir el famoso: «Aléjate de mí, Jennifer».

Era divertido al ver a todos sorprendidos ante la ausencia de mis tacones, había sido un cambio drástico. Finalmente, el último timbre del día y la fabulosa profesora—nótese el sarcasmo— no se cansaba de hablar. La dictadora cerró su boca por fin y nos dio la salida, junto mis libros para poder ir a mi casillero y dejar los que no necesitaría para hacer tareas. Habíamos sido el último salón en salir, seguramente Ethan ya se habría ido, algo desilusionada salgo del edificio, de verdad quería saber que quería.

Bajaba las escaleras del edificio y cuando me acercaba a la puerta principal logro verlo, estaba sentado en una de las bancas de la acera del plantel viendo hacia el estacionamiento. Sus codos estaban recargados en sus rodillas donde estaba su chaqueta. Ahora solo vestía la blanca camiseta.

La blanca y jodida provocadora camiseta.

Me acerco procurando no hacer ruido alguno, logro mi cometido porque cuando lo abracé por detrás se sobresalta un poco, pero al darse cuenta que era yo no se movió. Eso causó que mi corazón marchara un poco más rápido.

—Oye... ya acéptalo sé que te agrado —susurro en el oído y después deposito un cálido beso en su mejilla.

—Basta —dijo serio poniéndose de pies, tratando de liberarse de mi abrazo—, sabes muy bien que es lo que pienso de ti —rodeo la banca acercándome a él.

—Y quiero cambiarlo... —le digo seria— ¿No te das cuenta?

—Lo que no entiendo es... ¿Por qué yo? ¿Por qué conmigo? ¿Qué no pudiste elegir a los otros cientos de chicos de aquí? —menciona con fastidio—. Por enésima vez, Jennifer. Aléjate de mí, búscate a otro y así los dos salimos ganando.

—Me agradas mucho, Ethan. Y sí, sí puedo seguir al cualquier otro que no sea tú, pero no quiero que sea otro —En realidad ya no sabía si estoy hablando por no querer perder la apuesta o por algo más...

El precio de un beso © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora