Pastelito ~ KookGi (Jeon JungKook~Min YoonGi)

Prólogo

El día en que Min YoonGi abrió la persiana de la vieja y abandonada tienda de su abuela no podía creer la cantidad de basura que tendría que limpiar y desechar...seguramente esa mujer tenía síndrome de Diógenes.

El que tampoco podía creer lo que veía era Jeon JungKook, sentado en el suelo de la acera de enfrente frente a su local esperando que su amigo llegara con unos cafés de la cafetería de la esquina para poder empezar su mañana.

Los grandes ojos oscuros estaban siendo testigos de la cosa más rosa y esponjosa que había visto en su vida. Un jovencito pelinegro estaba abriendo la persiana del local de enfrente, poniéndose de puntillas para alcanzar la máxima altura del gran metal con el que luchaba. El suéter rosado que portaba, y que cubría por completo sus manos, se elevó dejando a la vista una redondita y pálida barriga que le resultó adorable. Y al abrir la puerta, que chirrió por falta de aceite, el chico comenzó a estornudar una vez tras otra por la gran cantidad de polvo.

Jeon dió otra calada a su cigarro inmerso en ver al chiquillo estornudar como gatito, tapando su carita de mejillas abultadas y nariz pequeña. El muchacho detuvo al fin sus estornudos agradecido e inspiró profundo, al elevar la mirada a la calle se encontró con un hombre que le observaba.

Bueno, aquel no era un hombre, era solo un chico más mayor que él y que lo observaba desde la acera de enfrente. Ese chico llevaba ropa de cuero, su cabello algo largo despeinado, piercings en su labios inferior y otro enmedio de su nariz, además se podía ver parte de un tatuaje subir por su pecho hasta su cuello.

YoonGi se sintió intimidado, pero educado hizo una pequeña reverencia que el chico de negro le devolvió solo con la cabeza, antes de volver a mirar la tienda de su abuela.

Tendría que llamar a Tae, él podría ayudarle a organizar todo aquello.

YoonGi estaba feliz porque estaba ganando algo de dinero por su cuenta vendiendo productos por internet que compraba en mercadillos o rastrillos. Ahora tenía tantas cosas a la venta que le pidió permiso a su abuela de gastar su antiguo local para colocarlas allí, tal vez podría arreglarlo como para que gente curiosa entrara a ver y vender más productos.

Fue en el instante, en que decidió entrar para evaluar el estado del local y llamar a su mejor amigo pidiendo socorro, que realmente tuvo que gritar asustado pidiendo socorro.

YoonGi cerró sus ojos tras su grito agudo esperando el impacto en su cabeza, incluso se había encogido de hombros y abrazado a sí mismo, pero el dolor no llegaba. Lo que era extraño y le hizo abrir primero uno de sus ojos para ver a su alrededor.

Una sombra grande y robusta se cernía sobre la suya provocada por el sol de la calle hacia dentro del local; esa sombra sujetaba la persiana. Abriendo ahora sus ambos ojos giró solo su rostro para ver a su salvador.

JungKook había corrido más que flash para evitar aquella desgracia. El chico bajito y de cabello negro azabache lo miró de cerca, con un intenso sonrojo corriendo sus mejillas al instante y alejándose de golpe con un pequeño bote hacia atrás.

Jeon terminó de subir la persiana a su tope y expolsó sus manos una contra otra dando palmadas, todo aquello sin dejar de ver al chico de suéter rosa.

Ahora que lo veía de cerca, con esa lechosa y brillante piel, ese sonrojo rosado en sus mejillas, sus orbes oscuras pero de rasgos felinos, sus labios finos y con brillo de gloss, el enorme suéter de color rosa pastel... sí, ese niño era un pastelito.

-Gra... gracias. -Tartamudeó la voz más dulce pero varonil que había escuchado en su vida, haciendo otra rápida reverencia y perdiéndose dentro del local de luces apagadas.

Un pastelito, supo en ese instante, que se quería comer.