Día 11 - Abrazos

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Las semanas pasaron con tranquilidad, el comisario había retomado su trabajo con normalidad, realizaba algunos códigos 3, prestaba su asistencia cuando era necesaria, realizaba 10-33 y algunas veces se quedaba haciendo papeleo en la oficina.

Por los pasillos se oía que el comisario no estaba en su modo habitual, se le veía más amable, dispuesto a escuchar a sus subordinados, cambiando sus formas de accionar ante cualquier error que estos pudieran cometer. Todos dentro de la LSPD se preguntaban qué había sucedido con su jefe.

Lo cierto, era que Volkov se encontraba más que feliz, si bien habían acordado ir lento con Horacio, a pedido de este y porque se sentía mucho más cómodo de esa forma, se habían estado mandando mensajes constantes, he incluso, algunas noches se aparecía en el apartamento de éste, con algo de comida para compartir la velada con el de cresta.

A pesar de que los mensajes y la compañía del comisario lo alegraban, Horacio en esos días no la estaba pasando nada bien, debido a la fractura, se encontraba de baja para el trabajo de campo, solo le permitían hacer papeleo, y eso le frustraba. Además, no podía utilizar su coche, ya que le era imposible manejar, por lo que debía depender de algún subordinado que lo trasladara, o tomarse un taxi a donde sea que quisiera ir, haciendo estragos en su billetera.

Sabía que tarde o temprano aquella situación lo desbordaría, no acostumbraba quedarse sin hacer nada, lo de él era estar en constante movimiento, los demás agentes del FBI también lo sabían, y por ese motivo se mantenían alejados de su oficina o cualquier lugar en donde se encontrara.

Volkov sabía por lo que estaba pasando Horacio, hacia unos años, aunque no en las mismas circunstancias, tuvo que mantenerse alejado de todo lo que le significaba un esfuerzo físico, por lo que comprendía bien esa sensación de no servir, de ser inútil. Solo esperaba que el de cresta no hiciera ninguna locura.

La vibración de su teléfono sobre el escritorio llamó su atención, eran alrededor de las 10 de la noche, su turno había acabado hacia 5 minutos, por lo que se había dirigido a su oficina para ordenar un poco los papeles. Tomó el celular entre sus manos para leer el mensaje.

"Me estoy volviendo loco con esto"

Los mensajes de Horacio alegando que no aguantaba más se habían hecho presente en los últimos días, según el médico, aún le quedaban un par de semanas con el yeso y después debería hacer algún tipo de fisioterapia, por lo que tendría que seguir así al menos dos meses más.

"Tómatelo con calma, ya pasará" le escribió tratando de calmarlo.

Un nuevo mensaje no tardó en llegar.

"Y una mierda"

Volkov apretó su mano sobre el teléfono, pensando en cómo tranquilizar al de cresta, hasta que tuvo una idea.

"¿En dónde estás?"

"En la sede"

El comisario comenzó a moverse por el lugar, tomando todas sus cosas, para salir disparado hacia su auto.

"Espera ahí"

Al llegar a la sede dejó su auto en el estacionamiento, las luces de la instalación se mantenían encendidas, era normal, después de todo había gente las 24 horas trabajando en ella

Luego de anunciarse en recepción, se dirigió a la oficina del agente. Pudo divisarlo a través del vidrio, se mantenía con la mirada sobre el escritorio, con su mano buena sobre su mejilla, parecía agotado, pero no físicamente. Sin perder más tiempo, el comisario ingresó al lugar haciendo que el de cresta levantara su vista.

- Hola Volkov - Horacio suspiró - perdón por el mensaje - a medida que Horacio hablaba el comisario se iba acercando - es que esto es muy frustrante, ni siquiera puedo hacerme un par de huevos y... ¿qué pasa?

El comisario se había acercado hasta el punto de estar casi rosando al agente, a Horacio le pareció rara aquella actitud, hasta que sin decir una palabra, el comisario se fue sobre él.

Sintió como los brazos de Volkov lo apretaban contra sí, había quedado pasmado con aquella acción, sin saber qué hacer.

Poco a poco, fue subiendo su brazo para corresponder su abrazo, mientras cerraba los ojos, sintiendo aquella calidez que calmaba todas sus frustraciones, haciéndolo disfrutar del momento.

Se mantuvieron en esa posición hasta que se les hizo incómoda, debiendo separarse.

- Gracias - pronunció Horacio en voz baja.

Al comisario le había avergonzado aquella acción de su parte, se sentía algo tan intimo, que se lo cuestionó todo el camino que le llevo llegar allí, pero no tenía otra forma de expresarle a Horacio, que él podía ser su apoyo en cada momento.

- ¿Qué le parece si vamos a comer a mi apartamento?

- ¿Su-su apartamento? - los ojos de Horacio se abrieron como platos.

- Sí, mi apartamento - vio como las mejillas del comisario se teñían de un rosa sutil que le provocó ternura.

- Por supuesto - sin decir más, se levantó dirigiéndose a la puerta.

El apartamento era tal como lo recordaba, quizás habían cambiado algunas cosas, pero eran muy pocas como para notarlo.

Comieron tranquilamente sobre la encimera, en el camino habían parado en un local para comprar su alimento, el comisario actualizaba al agente sobre lo sucedido en su día, mientras el agente se quejaba de su situación cada pocos segundos.

- Horacio, prométame que no hará ninguna locura - la conversación se había tornado seria.

- Lo prometo Volkov - Horacio emitió un audible resoplido entornando los ojos, sabía que estaba teniendo actitudes de un niño pequeño, pero necesitaba sentirse útil.

Hacía pocos días, la mafia feliz lo había contactado para saber si estaba bien, ya que había desaparecido después de la fiesta, tuvo que inventarse alguna treta para que no sospecharan, y fueran en su búsqueda. Esa información no se la había dicho al comisario y se sentía algo culpable, pero no quería involucrarlo por el momento, y sabía que Volkov no estaba de acuerdo con la infiltración en aquel grupo que él ya consideraba algo así como amigos, aunque sabía que debido a su trabajo, en algún momento debía traicionarlos.

- Le apetece ver una película - Volkov no esperó su respuesta para dirigirse al sofá.

En algún momento del filme, Volkov había aprovechado para colocar su brazo sobre el hombro del menor mientras este se acomodaba en su pecho.

La noche transcurrió silenciosa, el amanecer llegó con ellos dos dormidos sobre el sofá, aún abrazados. 

Volkacio ValentineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora