Día 24 - Viviendo juntos

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El comisario se encontraba patrullando, la ciudad estaba demasiado tranquila esos días, como la calma antes de la tormenta.

Una semana, eso era lo que faltaba para hacer la redada, ya tenían todo listo, tanto la LSPD como la LSSD y el FBI, se habían preparado a sobre manera, sin dejar hilos sueltos, al menos, los que podían ver.

A través de Horacio supieron que las armas llegarían por mar, pero no tocarían puerto, sino, que el intercambio se haría en alta mar, así, evitaban ser avistados por cualquiera que se encontrara patrullando en el puerto, solo les faltaba saber la ubicación exacta y calculaban que lo harían a media noche.

Una vez el carguero fuera interceptado, irían a por los miembros de las organizaciones, aunque no esperaba arrestarlos a todos, al menos la mayoría estaría tras las rejas.

Eso también se aplicaba a los amigos del federal, que a pesar de no estar ligados al tráfico de armas, si las compraban, por lo que si las armas incautadas coincidían con las que ellos poseían, serían arrestados sin dudarlo. A decir verdad, Horacio ya tenía las pruebas suficientes para meterlos a prisión, simplemente decidía ignorarlo, su pareja había adquirido cierto sentimiento por la que llamaba "Mafia feliz" y el dudaba que se pusiera en su contra. Desconocía totalmente lo que haría el agente al momento de que la verdad saliera a la luz, no podría protegerlos siempre, a pesar de haber colaborado con un federal, se les atribuirían varios delitos graves.

Recibió una alerta de tiroteo en la zona periférica de la isla, por lo que rápidamente solicitó apoyo para dirigirse allí. Una vez llegó, coloco la patrulla de tal forma que pudiera bajarse sin correr peligro, ya que el tiroteo se mantenía a unos pocos metros.

Volvió a solicitar apoyo, al parecer era alguna guerra entre bandas.

Varias patrullas llegaron en unos minutos, provocando que la lluvia de disparos cesaran y que los perpetradores de estos se dispersaran del lugar como si allí no hubiese pasado nada, quedando solo aquellos que habían sido alcanzados por las balas.

Rápidamente, solicitó un 10-38, para pudiera brindar los primeros auxilios a los heridos, que luego serian interrogados.

La ambulancia no tardó en llegar, procediendo a parar los sangrados para ingresar a los más heridos dentro del vehículo, procediendo a trasladarlos al hospital. El comisario dio la orden a sus subalternos de llevarse a aquellos que estuvieran en buen estado y ya hayan sido curados, mientras que él, junto con kovacks se dirigiría a las instalaciones médicas a custodiar a los otros sujetos.

Ingresaron al hospital tranquilamente, haciendo caso omiso de la gente que allí se encontraba, Volkov iba a ingresar al pasillo, con dirección a las salas de curación, cuando escucho una voz conocida que lo hizo desviar su mirada.

- Estoy bien no te preocupes – el de cresta se encontraba al otro lado del hall, sentado en una de las butacas.

- Yo no creo que estés bien – el comisario no pudo evitar escuchar el intercambio de palabras – te dieron un balazo Mago ¿Cómo vas a estar bien?

- ¿Comisario? – Kovacks se encontraba esperándolo, adentrado en el pasillo.

- Voy – dijo el ruso, sin poder terminar de escuchar la conversación ajena, aunque ya se había enterado de lo importante, a Horacio le habían disparado.

El resto de la tarde se mantuvo tranquila, después de procesar a las cuatro personas que habían sido participes del tiroteo, el comisario decidió que se quedaría a hacer papeleo, se había mantenido concentrado en aquellos papeles para no pensar de más, pero, como cada vez que lo intentaba, le fue imposible.

A pesar de tener conocimiento sobre la situación, a Volkov siempre le preocupaba Horacio, sus infiltraciones le estaban tomando la mayor parte del tiempo, y temía por su vida. Si bien el trabajo de policía era arriesgado, en él, se tenía la protección necesaria y el aval de la ley, pero, ¿Qué había en las calles para protegerse? El federal estaba entre maleantes, que no dudarían en apretar el gatillo si descubrían quien era, esto no quería decir que no confiara en su pareja, sabía que era el mejor en lo que hacía, sin embargo, preocuparse le era inevitable.

Era tal la preocupación, que el ruso le había ofrecido varias veces al agente, permanecer en su casa cada vez que tuviesen la oportunidad de pasarla juntos. A decir verdad, Horacio casi nunca iba a la suya, las únicas visitas que hacia allí, eran para buscar ropa, que luego dejaba en el apartamento del ruso, y a visitar a su perro, el cual desde hacía poco tiempo se mantenía en casa de Volkov por mayor comodidad ya que era él quien lo cuidaba en los momentos que su dueño no se encontraba.

Fueron pocas las insistencias que se necesitaron, para que Horacio aceptara, y de un día para el otro se encontraban viviendo juntos.

Su dinámica diaria no varió en lo absoluto, algunas noches el agente no llegaba, pero siempre se aseguraba de enviar un mensaje explicando la situación, para así evitar la intranquilidad del otro.

Aquella rutina les funcionaba bastante bien, los días que Horacio no se infiltraba trataban de llegar temprano y ver alguna película, para terminar envueltos entre las sabanas, las cosas iban demasiado bien, eso ero lo que al ruso más le preocupaba, temía que un día simplemente ningún mensaje llegara y no supiera más de él, así que cuando Horacio llegó aquella noche, no dudo en preguntarle que le había pasado.

- Es solo un rasguño – respondió el de cresta mientras se quitaba la ropa para darse un baño.

- A mí no me lo parece – refutó el ruso – me basta con mirar tu cara para ver las muecas de dolor que haces – el de cresta detuvo todo movimiento y suspiró.

- Tienes razón, no estoy de puta madre precisamente – tomo asiento en la cama – mi mente es un caos– sus manos fueron a parar a su cara – no hago nada bien y dejo que me disparen como si nada.

- Cuéntame – el ruso tomó asiento a su lado.

- Tengo miedo -. Por primera vez en semanas, el agente exteriorizó lo que le sucedía – sé que mi deber es encerrar a aquellos que van contra la ley, pero no puedo traicionarlos – sus ojos se conectaron – no a ellos.

El comisario sabía perfectamente de quienes hablaba, pero ¿se podría hacer algo? Lo dudaba.

- ¿Y qué harás entonces? – pregunto Volkov – ¿les dirás la verdad y permitirás que descubran quien eres? Te van a matar.

- No lo harán – su voz era segura – hace más de un año que estoy con ellos y han hecho más cosas por mí que muchos no harían.

- Pero no sabían que eres un federal – el ruso estaba convencido que si hacia aquello correría grave peligro.

- Lo sé, pero confío en ellos – Horacio tomo las manos del ruso - ¿tu confías en mi? –por un momento Volkov observó sus manos unidad, yendo luego hacia la cara del contrario apreciando la confianza que mostraba, no dudaba de él, pero si tenía miedo de perderlo, sin embargo lo mencionó, bastante peso tenía el federal sobre sus hombros para agregar uno más.

- Si, confío en ti – dijo simplemente.

- Bien – se acercó dando un caso beso – déjame hacer esto bien entonces, ellos no me lastimaran. 

Volkacio ValentineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora