Día 14 - San Valentín

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El día había sido un tanto particular para Horacio, por no decir desastroso, en la mañana, se había dormido para la reunión que tenía con la LSSD, llegando una hora tarde, luego, había pinchado una llanta de su coche en plena carretera, debiendo llamar a la grúa la cual demoró, lo que el de cresta consideró, una eternidad. Más tarde, se había pasado por una tienda a comprar chocolates, pero estos por el calor habían acabado deformados en un lapso de dos horas, y para rematar, se encontraba en el ascensor de la sede, atrapado. Por alguna razón, el elevador se había detenido e incluso las luces estaban parpadeando, logrando que su jornada fuera aún peor.

- Joder – bufó - ¿Qué pasa hoy tío?

El agente comenzó a tocar el botón de emergencia, esperando que alguien lo escuchara, pero del otro lado no hubo respuesta. Sacó su celular, intentaría llamar a alguien.

Marcó el número de recepción, encontrándose con la característica voz de la operadora, la cual anunciaba que no tenía señal, miró la pantalla nuevamente, encontrándose efectivamente con que no tenía las rayitas características que marcaban la señal. Volvió a bufar audiblemente, aguantando las ganas de tirar el móvil contra el piso.

Tras estar unos tres minutos encerrado, la caja metálica volvió a moverse, logrando parar en el piso que había marcado con anterioridad. Una vez las puertas se abrieron, salió notablemente enojado, interceptando al primer subordinado que encontró para que diera aviso a mantenimiento sobre el estado del mismo.

Ya en su oficina, trató de tranquilizarse, no estaba siendo un feliz día y el ruso tampoco le había respondido sus mensajes de la mañana, sabía que podría estar ocupado, pero pensaba que debido a que no era cualquier día, le respondería de inmediato.

Había pasado años desde que festejó esa fecha, no recordaba ya cuantos, pero ese año era diferente, quería que lo fuera con el ruso, hacia más de un mes que estaban "saliendo", al menos él lo consideraba así, y sentía que debían pasar un tiempo juntos. Sus trabajos no eran de lo más convencionales, por lo que entendía que muchas veces el querer no se traduce a poder, solo esperaba que al menos, en lo que restaba del día pudieran hacer algo.

Se recostó un momento sobre la mesa, utilizando sus brazos cruzados como almohada, toda la situación le estaba provocando jaqueca, por lo que cerró un momento los ojos, tratando de aminorarla.

El comisario logró tomar su celular pasadas las seis de la tarde, todo el día había estado de un lado para el otro, mientras su móvil se mantenía en su taquilla, olvidado. En la mañana se le había hecho tarde, ya que se pasó la mayor parte de la madrugada pensando en qué hacer al día siguiente, por lo que en el apuro dejó su móvil en el abrigo. Ni él ni Horacio habían hablado de esa fecha, pero no dudaba, conociendo al contrario, que le haría ilusión festejarlo, después de todo, recordaba lo enamoradizo y romántico que era en el pasado.

Al encender su móvil, pudo ver dos mensajes del agente, un "Buen día comisario" seguido de otro, que llego con 2 horas de diferencia que decía "veo que está ocupado, espero que tenga buen servicio." Ninguna mención sobre hacer algo o al menos pasarse a saludar.

Sin pensarlo mucho, Volkov comenzó a redactar su mensaje, "¿Le apetece ir a cenar?", no tenía un regalo para darle, pero al menos, le daría una cena.

El celular vibró en la mesa, haciendo que el agente abriera sus ojos, se había quedado dormido, poco a poco estiró sus músculos, que por la incomodidad de la posición, habían quedado agarrotados. Tomó su teléfono e ingresó a la casilla de mensajes, viendo lo que el ruso le había enviado, miró la hora en su teléfono sacando cuentas de cuanto le llevaría arreglarse para luego responder, "¿le queda bien a las 8:30?" No pasó mucho tiempo para que llegara un nuevo mensaje "Me parece bien".

El ánimo de Horacio cambió drásticamente, aunque aun se sentía cansado por las desventuras de aquél día, terminarlo con una velada junto al comisario lo hacía menos malo.

Salió de su oficina en dirección a las escaleras, no quería arriesgarse a volver a quedar encerrado nuevamente. Se dirigió en motocicleta a la tienda más cercana para comprarse a algún conjunto, después de varios viajes al probador, se decidió por uno. Miró su reloj, le quedaba media hora para llegar a su casa, bañarse y cambiarse, habían acordado encontrarse en un restaurante cercano a la comisaria, por lo que no sería difícil llegar.

Volkov se encontraba afuera del lugar en su auto, según el último mensaje de Horacio, ya estaba en camino, por lo que decidió esperarlo afuera. Estaba algo nervioso, después de todo, no habían tenido oportunidad de encontrarse solos fuera del horario laboral durante varias semanas.

Vio como una moto se detenía justo frente a la puerta, el propietario se bajó y se quito el casco, pudiendo divisar claramente la cresta gris que este poseía, el ruso supo enseguida que se trataba de Horacio, por lo que descendió de su coche y se acercó a él.

- Buenas noches Horacio – pronunció para que este se percatara de su presencia.

- Buenas noches Volkov – el agente llevaba un traje bordo junto con unos zapatos y una camisa de color blanco.

- ¿Entramos? – Horacio no pudo evitar observar al comisario, perfectamente vestido, quizás su elección de vestuario no era la adecuada para el momento, sin embargo, ya estaba ahí, no había nada que hacer.

- Si claro

Tomaron asiento en una de las pocas mesas que se encontraban vacías, el lugar estaba atestado de parejas, eso hizo que ambos se pusieran nerviosos, no sabían cómo proceder en dicha situación, creían que incomodarían al otro si decían algo fuera de lugar. Aunque algunos días atrás, habían pasado la fase del coqueteo, Horacio se sintió tímido nuevamente.

Durante la velada se mantuvieron en terreno seguro, hablando sobre el trabajo, ninguno se animaba a dar el paso para desenvainar sus sentimientos, o al menos confirmar que eran una pareja al cien por cien. Sin embargo, la velada les permitió relajarse y olvidar los acontecimientos del día.

Eran las 12 de la noche cuando ambos llegaron al edificio en el que vivía el ruso, Horacio bajó de su moto, decidiendo acompañar al otro hacia la entrada, con algo de suerte, podría darle la pequeña tarjeta que mantenía guardada en su bolsillo, la cual había comprado antes de llegar al restaurante, como alternativa a los chocolates.

- Bueno, creo que hemos llegado - el ruso comenzó a ponerse nervioso nuevamente, sabía que el menor estaba esperando algo más de su parte. Ni siquiera se habían deseado feliz San Valentín, y la festividad ya había pasado, pero no tenía el coraje suficiente para decirlo.

- Sí, creo que ya debo ir a dormir – Horacio mantenía una mano sobre la tarjeta mientras que con la otra despeinaba su cresta.

- Que tenga buena noche Horacio.

- Lo mismo digo Volkov – se dio vuelta para retirarse.

Volkov vio como la oportunidad de demostrarle parte de sus sentimientos al de cresta se le escapaba, por lo que tomó valor y lo detuvo.

- Horacio – el menor dio la vuelta volviendo a mirar al comisario

- ¿Sí? – la esperanza atravesó su voz.

- Feliz San Valentín – Horacio sonrió

- Feliz San Valentín, comisario bombón – volviendo sobre sus pasos, sacó su mano del bolsillo con la tarjeta firmemente sostenida con los dedos, estirando el brazo, hasta que esta quedó a una corta distancia de la cara del comisario.

El ruso alcanzo a leer una parte de ella en donde ponía "tú eres mi otra mitad"

Volkacio ValentineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora