Día 28 - Un año

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Al ruso le había costado aceptar, que volvería a ver al culpable de su estadía en el hospital, de nuevo.

Al principio, quedó en shock, que Horacio le dijera que volvía, sabiendo que este nunca había dado una explicación por su desaparición al de cresta, le hacía hervir la sangre, sobre todo porque su esposo parecía más que feliz de recibirlo, sin siquiera preguntarse en donde había estado todos esos años.

- ¿En serio vas a dejar que vuelva así como así? – había esperado que Emma se durmiera para hacer la pregunta.

- No lo sé – Horacio emitió un suspiro audible – sigue siendo mi hermano.

- Ya, un hermano que desapareció y nunca te escribió una carta ni te mandó un mensaje – reprochó, el tenía sus propias cuentas que saldar con el rubio, pero no se le olvidaba lo que representaba para Horacio y como este varias veces se preguntaba en donde estaría.

El menor no respondió a aquello, sabía exactamente todo lo que había hecho Gustabo, y que pensaba el ruso de él, sobre todo, porque lo dejó en coma varios años. Hablaron bastante sobre aquel tema en el pasado, prometiendo no volver a tocarlo, pero con la llegada del rubio, todos los recuerdos resurgían.

Se dirigió a la habitación, necesitaba descansar la mente, ya mañana pensaría mejor en qué hacer.

Los días fueron pasando, ambos acordaron que se mantendrían en paz, en cuanto al tema de Gustabo, esperarían a que volviera y luego hablarían de todo lo sucedido, al menos esa era la idea inicial.

Sin embargo, en cuanto Volkov tuvo al rubio en frente, no dudó en que su puño impactará en la cara de este, haciendo que trastabillara por la fuerza del impacto.

- Ese me lo merecía ruso – dijo tocándose la mejilla - pero dame uno más y lo devolveré – vio como Horacio se acercó al rubio – Horacio dame un abrazo – extendió sus brazos – ostia puta – sintió de nuevo un golpe en su mejilla – ya paren ¿no?

- Te lo merecías – dijo el de cresta, dejándolo ingresar a la casa - ¿Cuánto te quedas?

- Aún no lo sé, los de arriba no me dieron mucha información, simplemente terminé mi misión y me dijeron que regresara – tomó asiento en uno de los sillones, observando el entorno – lindo lugar por cierto.

El comisario lo miraba serio, con los puños apretados, todavía quería pegarle, pero se estaba reteniendo.

- ¿Qué? – dijo, al darse cuenta de que ambos lo miraban.

- ¿No piensas disculparte? – habló el de cresta.

- Creo que los golpes fueron suficiente disculpa.

- Gustabo – esta vez fue el ruso quien se pronunció – no le pego otra vez porque le prometí a Horacio que hablaríamos, pero veo que es imposible hablar con usted – miro a su esposo – iré a buscar a Emma – sin decir una palabra más salió del lugar.

- ¿Y a este que le pasa? – Gustabo se mantenía recostado sobre el sillón.

- ¿Enserio Gustabo?, ni siquiera te disculpaste por dispararle – el rubio resopló.

- Eso pasó hace años, que lo supere de una vez.

- Eres imposible – dijo sentándose a su lado, golpeado su hombro con el de su amigo – le daré a Viktor el permiso de golpearte otra vez, a ver si se te quita esa actitud que tienes– le advirtió.

- Que me toque el ruso de los cojones, pero esta vez se la devuelvo eh – ambos se miraron, comenzando a reír, abandonando toda tensión.

- Te extrañé.

- Yo también.

Se mantuvieron hablando, hasta que Volkov volvió con la niña, quien miró curiosa a aquel hombre.

- Hola – le dijo observándolo - ¿tu quien eres?

- Soy un fantasma que vino a asustarte – respondió, haciendo movimientos con las manos. La niña se apresuró a esconderse detrás de su padre mientras el otro sonreía - tranquila niña, no te haré daño.

- No te pases – le advirtió el ruso.

- Tranquilo – se levantó acercándose – Horacio me dijo que te pidiera disculpas, así que perdóname por dispararte en un momento donde claramente no era consciente de lo que hacía – el desdén se notaba en la voz.

El ruso observó a su pareja, este lo miraba suplicante, esperando que aceptara las disculpas, suspiró, observando nuevamente al rubio.

- De acuerdo – aceptó – pero si dices o haces algo que me moleste, no dudes que haré algo al respecto.

- Me sirve.

Cuando todo estuvo más calmado se sentaron en la mesa a comer. Gustabo y Horacio se pusieron al día, mientras Volkov le preguntaba cómo había ido el jardín a Emma.

Por el momento estarían todos en paz.

Un año, eso había pasado desde que habían logrado formar la pequeña familia conformada por él, Volkov y su pequeña niña, sin contar las esporádicas visitas de Gustabo. Horacio aún no creía la suerte que había tenido, después de tantos años, y tanto sufrimiento al fin estaba allí, con el amor de su vida, despertando a su lado cada mañana, y una niña que lo llamaba alegremente papá, no podía pedir más.

Con una taza de café, se acercó a la mesa de la cocina, Emma desayunaba tranquilamente, antes de que Volkov la llevara al jardín, donde se mantenía mientras ambos realizaban sus labores.

Tanto Horacio como Volkov habían decidido dejar de lado el trabajo de campo, para dedicarse a la oficina, si bien ambos mantenían su rango, preferían no arriesgarse a sufrir algún altercado, sus años de servicio habían sido más que suficiente para que los altos mandos aprobaran su solicitud.

Por lo tanto, una vez entrada la tarde, volverían a su casa los tres, deseando que ese año que habían pasado en compañía se transformara en muchos más, en donde podrían compartir su felicidad. 



Si llegaste hasta aquí muchas gracias por leer.

La verdad no creí que la historia gustaría tanto, me siento feliz de haber podido terminarla.

Volveré con más historias, aunque no prometo que actualizaré todos los días porque es una locura.

Les quiero. 

Volkacio ValentineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora