Febrero... ¿15?

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Kyle no toleraba San Valentín.

Detestaba el día lleno de consumismo e hipocresía. Las vergüenzas y la desesperación de la gente como si este día hiciese tanta diferencia en el amor que profesaban por los demás.

Le daba jaqueca recordar las veces que varias chicas, con carteles llenos de brillantina, se le habían declarado frente a todo el colegio. Él quedaba como un patán al rechazarlas, pero por el amor de Dios, solo eran compañeros de laboratorio y se hablaban 3 horas a la semana, con el único tema de conversación de compuestos químicos, ¿Cómo esperaba la chica que le dijera que sí? Por eso se ahorraba las vergüenzas de ser el amigo que sostenía el cartel cuando sus compañeros se declaraban a otras chicas. Aún sentía pena por Lucy, la había visto llorar después de ser molestada por no aceptar las declaraciones de un chico. Muchos meses después, ella aún tenía la fama de la indiferente.

También aquel berrinche hecho por su exnovia. Desde semanas antes, Kyle había marcado en gigante la fecha de su examen en el calendario y había hablado con Selene sobre posponer la salida un poco, un par de días. Ella se había puesto furiosa creyendo que no sería verdadero que Kyle no estaría disponible en San Valentín, y al día siguiente ella se negó rotundamente cuando él la invitó a pasear. A Kyle ni siquiera le molestó que terminara con él tras una semana.

No sé acabaría el día si Kyle terminara de enumerar todas las demás cosas que no toleraba de San Valentín. Pero como no tenía el poder mágico de desaparecer el día, se mordía la lengua y se aguantaba la pesada tarea de realizar pedidos al por millón de pasteles y dulces en forma de corazones.

Mientras ponía en el mostrador la ya segura centésima tanda de "cupcakes enamorados" (como los había llamado la señora Cass) vio entrar a los hermanos Rivera, Marco y Miguel, contratados para tocar serenatas en el Lucky Cat Café.

Y de todas las cosas que detestaba de San Valentín, esa era la peor de todas.

Por más que odiaba San Valentín, no había parado de pensar en Marco en todo el día.

Su relación no era tan clara ni precisa. Habían comenzado con una amistad que rápidamente escaló a coqueteos esporádicos. Kyle conocía la fama de casanova de Marco y había intentado no prendarse, pero cuando el dulce y siempre honesto Miguel le había comentado medio distraído que Marco de verdad se estaba tomando las cosas seriamente con Kyle, casi al instante surgieron las esperanzas con él.

Marco entró con su característica sonrisa coqueta al café y al instante buscó a Kyle con la mirada, ubicandolo en el mostrador. Su día mejoró al ver que, en vez de volver a la cocina a seguir con el trabajo que seguramente tenía pendiente, se mantuvo ahí a esperarlo. Sus dedos rozaron en la barra como si fuera cualquier cosa, pero ambos recordaban que así había empezado esa extraña relación que aún llevaban

-¿Mucho trabajo?- Le cuestionó. Kyle suspiró pesadamente

-Si el horno sigue funcionando al finalizar el día será un milagro

Marco soltó una carcajada y Kyle se contagió sin poder evitarlo. Siempre había pensado lo bonita que era la risa de Marco, muy armoniosa y llamativa. Ni siquiera importaba si no sabías porqué Marco se moría de la risa, terminabas riéndote con él

Y tal vez la risa de Kyle no era lo que se podía considerar lo más linda. Algo pesada y sonora, pero a Marco le gustaba escuchar a Kyle reír sobre todo si lo provocaba él, porque sacar a Kyle de su póker face no era una tarea fácil

Kyle tomó un par de galletas de chocolate y menta y se las pasó a Marco sin decir mucho. Tendría que poner una ronda extra para equilibrar el pedido, pero no le importó mucho. Marco le lanzó un beso coqueto antes de retirarse

One-Shots MarcKyleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora