Mala Influencia

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Marco cerró con sumo cuidado la puerta. Sabía perfectamente que su hora de llegada era a las 10 de la noche, a más tardar, y que Kyle había insistido en llevarlo a casa desde las 9, ¡Pero es que pasarla con él era increíble! Tanto así, que de alguna manera logró convencerlo y acababa de dejarlo en la puerta de su casa a las 12 con 15 minutos.

Se quitó con delicadeza los zapatos, para evitar que el tacón de estos lo delataran. Sin embargo, al pasar por la sala, la luz de la lámpara que encendió de pronto mostró a Mamá Elena, con el ceño fruncido, sentada en el sofá.

—¿Esta casa es hotel o qué chingados? ¿Qué son estas horas de llegar?

Marco hizo una mueca ligera, dejando los zapatos en el suelo.

—Solo estaba con Kyle, abuelita.

—¡Ah, y todavía perdiendo el tiempo con ese bueno para nada! —Con aquellas palabras, Marco pareció molestarse un poco—¿Porqué no se dignó si quiera a dejarte en la puerta?

—No es bueno para nada, Mamá Elena. Tiene un trabajo, es chef. Y ya se tenía que ir

—¡Chef! ¡Pero si eso es igual! Y luego con esa pinta de delincuente. Aparte con esa moto, ¿Tú sabes que las vecinas dicen que se la robo? ¡Es bien peligroso andar en una y te anda ahí trepando!

—¡Pero abuelita, él no se robó nada! Además siempre uso casco cuando andamos en la moto. ¡Tú siempre me dices que no juzgue a la gente!

—A mi no me andes respondiendo y menos con ese tonito, Marco Antonio Rivera Martínez. No quiero volver a verte con ese niño.

—¿Y porqué necesito su permiso?

Marco hizo un mohín, notando que el tono de ambos había empezado a aumentar y pronto tendría a su familia entera ahí.

Marco era un chico de temperamento bastante intenso, sumamente terco y ególatra. La gente tenía suerte de que no se metiera en disputas donde no estaba totalmente seguro de sus argumentos, porque no había manera de que aceptara la derrota.

Era prácticamente imposible discutir con él, sumado a la sensación de "yo con todo puedo" de un adolescente. Nadie de su familia era capaz de aplacarlo.

Nadie excepto Mamá Elena, la matriarca de la familia y de quien había heredado la tan conflictiva personalidad. La mayoría sospechaba que era incluso peor lidiar con Marco por ser un adolescente que con Mamá Elena, sin embargo, ella era capaz de salir victoriosa por los años de experiencia y porque era la única de usar aquella frase tan sencilla pero infalible.

—¡Porque soy tu abuela y te callas!

Sin siquiera esperar más, Marco se dió la vuelta antes de que su abuela pudiera decir algo y salió por la puerta corriendo. Mamá Elena intentó seguirle, pero los años le pesaban y a un par de cuadras había perdido a su nieto de vista.

¡Perfecto! Primero un chino greñudo quería robarse a Miguel con el pretexto de que "en San Fransokyo podrá aprovechar nuevas oportunidades que ayudarán en su futuro" y ahora Marco huía por su novio.

Si Rosita o Abel resultaban con una tontería parecida, se iba a morir de un infarto.

Mientras tanto, Marco llamaba desesperadamente a Kyle. Suplicó que contestara y tras tres tonos, la voz somnolienta de su novio respondió al otro lado de la línea.

—¿Marco? ¿Ocurre algo?

—¿Puedes venir por mí? Estoy en el kiosko de la plaza.

Kyle ni siquiera preguntó que había pasado. Tras 10 minutos donde Marco rezaba a todos los santos conocidos que nadie lo asaltara, Kyle llegó en su motocicleta. Llevaba la pijama puesta y otra chaqueta, que no dudó en poner en los hombros de su pareja.

One-Shots MarcKyleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora